Aznar cara rota

 

Omar Ribelles

 

 

            Le salió el tiro por la culata cuando menos se lo esperaba y eso deja marca indeleble toda la vida. Estaba seguro, con seguridad de encuesta unánime, de que iba a ganar por goleada, pero, el pueblo español, harto de mentira, le dio la vuelta a la tortilla y lo dejó tiritando odio para los restos. Se le ve en su lenguaje corporal. El bachiller Sansón Carrasco, el derrotado caballero de los espejos, persiguió con el mismo odio aznarino dolorido a Don Quixote hasta que le derrotó en la, por la derrota de Don Quixote, siempre triste playa de Barcelona. Aquella víspera de las elecciones de marzo, las guapísimas locutoras de la televisión catalana estaban que mordían soltando las mismas evidencias que los morros castellano-pastosos del ministro del interior ocultaban a los televidentes castellano parlantes. Fue visto y no visto. El pueblo español, reprimido de siempre, cada 100 años, las gasta así. Lo vimos.

 

            Bruno Cardeñosa, ha publicado ya dos libros al respecto que deberíais leer, y, te enseña a distinguir, periodista fino que es, las muy diferentes dinamitas que se manejan en el cotarro: dice Cardeñosa que el desgarro de los trenes de Madrid no lo consigue la Goma Dos esa que dice el diario El Mundo que trajo a Madrid esa trama de confidentes policiales para sacarse unas pelas de más en lo de la droga. Bruno Cardeñosa te dice, en lengua castellana que da gusto leer, que lo que explosionó en los trenes de Madrid era un explosivo militar de uso exclusivo del ejército americano-israelí que se llama C-4 y que tiene mucha velocidad de salida. Por eso vemos esos tremendos boquetes, inexplicables, con aceros tan limpiamente recortados en los trenes ensangrentados por el pueblo de Madrid, en el barco americano Cole y en Bali. Es un explosivo de altas prestaciones que ocupa muy poco sitio, por eso, las cámaras de control de todas las estaciones, no filmaron a tíos llevando esas quince abultadas mochilas llenas de la viejísima Goma Dos del franquismo. El C-4 ocupa poco más que una cajetilla de Marlboro, es el transistor de los explosivos. Sabemos que no hay misterios. Tampoco con la extraña mochila que se apareció, cual estatua de virgen en la España mariana, llena de Goma Dos sin montar y con un móvil puesto a hora imposible sin lógica de fontanero formal que sonó en aquella comisaría doce horas después (¿??¿) y dio el cante para lo de las detenciones de islamistas en lo que fue castizo Lavapiés.

 

            Aznar, como los obispos, sabe de qué va todo esto. Es un poco iniciado. Se le ve en la foto de chaval que le plasmaron en las Azores con los dos más enterados que luego pusieron a las tropas españolas en Iraq bajo las órdenes de los polacos. Sabe que todo esto del terrorismo islámico es un tinglado de caballo ganador que se han montado americanos e ingleses para llevar adelante el genocidio de musulmanes y el pillaje mundial de hidrocarburos y materias primas. Lo sabe y por eso se montó al carro de la guerra de Irak en contra de la opinión de la gran mayoría del pueblo español que le abofeteó en las urnas. Menudo pieza el Aznar, miradle la pinta retorcida que arrastra llena hasta rebosar de karma y pecado por montar con su Trillo a los militares españoles en aviones ucranianos contratados casi al mismo precio de escándalo que los de Air Europa y repartir a sus deudos treinta cadáveres revueltos, todos mal identificados, por las prisas de echarle tierra al expolio del Yak 42. Falta de sensibilidad la de este señor con bigote rígido que va diciendo por ahí que el bendito de Zapatero le ganó porque se asoció al Vil Laden y se encasquetó el turbante como Anguita. 45viajes X 3110 €/hora X 20 horas/viaje son 2.799.000€ del ala por empaquetar a los militares españoles en aviones ukranios de mierda sin seguro ni derecho a ser identificado de muerto salvo que identifiquen forenses turcos.

 

            Aznar que, como los obispos, sabe de qué va todo esto, en Georgetown university, ha sentado cátedra de que las “operaciones encubiertas bajo falsa bandera” actuales que dirigen los heraldos del norte contra los musulmanes y gentes del sur, remontan su ingeniería como instrumentos del Poder a principios del siglo VIII cuando Don Pelayo comenzó la Reconquista, esa conquista que los españoles del norte ayudados por europeos le hicieron a los españoles del sur. Ningún árabe ni marroqueta con ese ADN flojito que les vemos, ha tenido agallas para conquistar la España que los romanos en su mejor momento tardaron 300 años, Numancia a Numancia, en currarse. ¡Ya quisieran! Aznar recuerda didáctico los frutos que reporta el uso de la mentira histórica que llaman invasión árabe sarracena a lo que fue guerra civil de mil años entre españoles cristianos trinitarios del norte y los españoles unitarios arrianos del sur. Enseña Aznar, en clase de prácticas, a chicos y chicas de Georgetown que van para políticos de elite en los países de la Otan y de infiltrados en los demás, lo muchísimo que reportó a los trinitarios de siempre llamar moros invasores a los españoles del sur, semitas morenos, que tenían otra forma de vida y construyeron con Leovigildo, en el año +570, la mezquita de Córdoba. Son chiquitos muy preparados, al loro, los de Georgetown. Tienen de libro de texto el 1984 de George Orwell, ese libro del Gran Hermano que dice, entre muchas, que quien controla el presente controla y reescribe la História y quien controla el pasado controla el futuro. Aznar que, como los obispos, sabe de qué va todo esto, siempre atento a las jóvenes generaciones, cuida su formación en el uso como instrumento político de la mentira histórica que tanto reporta al norte a costa de los del sur. Zapatero, un bendito sin presupuesto y con poco margen que cree que Joaquín Almunia se equivocó cuando dijo lo de la derrota de Lepanto, tiene el riesgo de verse en Guantánamo vestido de butanero como no tire de la manta un poquito más en la comisión de las Cortes.