Añoranza de un Ramadán en paz.

 

 

Por Shahed Amanullah
 

El Ramadán que solía experimentar hace una década era muy diferente al de hoy. Recuerdo que utilizaba los primeros días del mes explicando a mis curiosos compañeros de trabajo en que consistía el Ramadán, y ellos escuchaban con curiosidad mis extrañas costumbres y después volvían a sus ocupaciones.  Con naturalidad, en el anonimato, ser musulmán en general y, observar el ayuno de Ramadán era un asunto privado. El hecho de ayunar, calmaba mi alma y abría un espacio en mi corazón para la reflexión y la contemplación. Acostumbraba a pasarme las noches en la mezquita escuchando recitar el Corán y siguiendo su traducción en ingles. Sus sonidos recargaban mis baterías para todo el próximo año. Me encontraba espiritualmente lleno, en un sentido que,  había perdido por un largo periodo.

 

Actualmente, vivimos en un mundo donde las noticias siempre se refieren a Islam y al mundo musulmán. Somos bombardeados con eso. Todo el mundo habla de nosotros, y casi siempre sin saber de que hablan. Ahora, ya no explico que es Rabadán, la gente lo sabe, y cuando te ven ayunado, murmuran con fastidio   “curioso ya había oído hablar de esto”, o  peor, exclaman con preocupación “Oh, así que eres un musulmán practicante”. Si intento hablar de Ramadán a la gente, el oyente deriva rápidamente a los sucesos recientes, porque en estos días no se puede hablar sobre los musulmanes sin hablar sobre terrorismo, fundamentalismo, y similares. Materias que ciertamente no conducen a la armonía espiritual.

 

En estos días, Ramadán significa, para los no musulmanes, que la Comunidad musulmana utiliza esta oportunidad para juntarse y indoctrinarse con consignas políticas destinadas a establecer compromisos que, más tarde,  ejecutaran las “células durmientes” para atentar en nuestro país. Según ellos, quizás los musulmanes necesitamos encontrar apoyo y compañía entre nosotros, cuando cada día, nos acusan de algo los medios de comunicación.

 

Aunque hemos perdido algo muy valioso en el proceso en que estamos inmersos, aunque hemos perdido la inocencia que nos permitía saborear los regalos del mes sagrado, los musulmanes son hoy más conscientes de su ayuno y tienen más capacidad para combatir las acusaciones y quizás para obtener ambas cosas.

 

Algunos musulmanes, incluido yo, hemos reservado el fin de semana para retirarnos espiritualmente de todo esto, y poder saborear el Ramadán como antaño. En este breve tiempo limpio mi mente, una vez más, y disfruto con el Dikrah y la oración Tajayud, sintiéndome de nuevo conectado con el Creador. Esta delicia es un penoso resto de lo que solía ser  antes disfrutar del mes entero. Vuelvo a la realidad actual llena de correos electrónicos insultantes y cargados de odio, bombas suicidas y genocidios africanos. Aunque lo deseara, ni siquiera tengo la opción de ignorar estos hechos porque se repiten las veinticuatro horas en las noticias, y en Internet.

 

A la vista de estas circunstancias, deberíamos ampliar el concepto de ayuno e incluir  prácticas como alejarnos de los medios de comunicación, separarnos de los demás y recluirnos en nosotros mismos.

 

Pero Ramadán nunca significará una actividad solitaria. Ramadán no significa convertir a los musulmanes en monjes. Significa experimentarnos como comunidad y compartir esta experiencia con nuestros vecinos, sean musulmanes o no.  Quizás, Ramadán nunca vuelva a ser como cuando era joven, pero habrá otros regalos espirituales en Ramadán esperando para que los descubramos. Por el momento, tengo puesta mi fe en ello.

 

Shahed Amanullah es editor jefe de alt.muslim.