EL IV PARLAMENTO DE LAS RELIGIONES CELEBRADO EN BARCELONA
DURANTE EL 7 AL 13 DE JULIO DEBATE SOBRE EL VELO ISLAMICO.
"Estar obligada a llevar el velo" islámico "es tanto una opresión como estar obligada a quitártelo en contra de tu voluntad". Fue uno de los testimonios que pudo escucharse en una sesión del Parlamento de las Religiones que debía centrarse en el debate sobre la prohibición de usar el 'hijab' en algunos países.
El uso del velo no esta entre las obligaciones religiosas islámicas, que solo declarara obligatorio para todos los musulmanes los cinco pilares.
Su uso como su no uso se deriva de la decisión personal de cada musulmana sobre su concepto de la modestia en el vestir, que se deriva de los preceptos coránicos para todos los musulmanes sin distinción de sexo.
Por otra parte, tanto la prohibición, como la obligatoriedad de su uso, va en contra de los derechos fundamentales a la libertada religiosa y al derecho fundamental a la propia imagen.
La obligatoriedad del velo como una política de Estado que se apoya en la religión, la impusieron en los años ochenta señores musulmanes con petróleo tan distintos entre sí como el Imám Jorneini y el rey de Arabia Saudí. No perseguían un objetivo espiritual inspirado por la religión y dirigido contra el sexo, como muchos pensaron. De hecho la obsesión agresiva por el velo de los políticos ricos en petróleo de los años ochenta no pretendía atacar a las mujeres, era un asalto al proceso democrático y una ofensiva contra sociedades civiles llenas de esperanza. El objetivo principal era evitar que hubiera transparencia en la toma de decisiones políticas. Y si escondían a las mujeres tras un velo no solo callaban al 50% de la población; además era una manera de difundir su mensaje: «Callaros y que no se os vea» como diría McLuhan. Y este mensaje se dirigía a ambos sexos, aunque solamente las mujeres fueron utilizadas como actores pasivos del escenario político.
Su prohibición se debe al reciente fundamentalismo laico puesto en practica por Estados que se dicen democráticos pero que no lo son, como Turquía y Francia y es muestra de los fundamentalismos de Estado atentatorio contra la libertad religiosa y la libertad de expresión. Tampoco en este caso se persiguen objetivos religiosos ni políticos fomentadores de las Libertades Fundamentales, no tienen ninguna base ni religiosa ni política, sino el afán represor de quienes lo practican.
Ambas posturas utilizan la ideología y la religión como armas represoras contra los derechos de la mujer y solo pueden producir posturas más intransigentes e ignorantes.