Mujeres musulmanas a través de los medios de comunicación
Moualhi Djaouida, MA en Antropología social en la UAB e investigadora del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales en el Instituto Universitario Europeo ( Florencia), escribe sobre el impacto de los medios de comunicación en la imagen de las musulmanas.

Los medios de comunicación son hoy en día el instrumento más potente para propagar información social. Depende de con qué objetivo se usa y en qué manos está, sirven para alimentar nuestro subconsciente con imágenes positivas o negativas de los demás y de nosotros mismos, nos imponen modelos de vida, de cómo comportarse y vestirse y, en suma, podemos devenir dependientes de sus mensajes.

Hace mucho que los poderosos han comprendido que se trata de un instrumento utilísimo para manipular a los pueblos. Desde que existen, los medios de comunicación de masas han devenido en el mecanismo más importante para propagar estereotipos y tergiversar situaciones. Porque, en gran medida, cuando existe un prejuicio sobre cierta comunidad o religión, éste se alimenta de ellos.

En occidente, el discurso sobre la situación de la mujer árabe y/o musulmana ha servido para la demonización de los musulmanes. Es la expresión de la superioridad del "nosotros" civilizados y la inferioridad de "los otros" salvajes, oponiendo así modernidad a tradición. Según Edward Said, en su obra "Orientalismo" (1978), Oriente fue construido por Europa como una ficticia y simbólica división geográfica entre Este y Oeste, para confirmar la superioridad de las sociedades de estas latitudes sobre las del resto del mundo en general, y sobre las musulmanas en particular.

En el marco de estas fronteras artificiales, los estereotipos sobre las mujeres musulmanas han sido cruciales en la construcción del retrato negativo de esas regiones y sus culturas. No sin cierto pretendido paternalismo, las mujeres han sido representadas como víctimas de una sociedad opresora y misógina que las somete y las priva de sus derechos fundamentales.

La historia no ha cambiado. La instrumentalización de la imagen de la mujer sigue vigente para oponer occidente a oriente. La retórica de la salvación de las mujeres afganas para justificar la guerra de Estados Unidos, y la prohibición del uso del velo en las escuelas en nombre de la laicidad en Francia, ponen de manifiesto que nada ha cambiado.

Por otra parte, y en contraste, tras la descolonización, el nacionalismo árabe se construyó a través de la oposición de "los otros" colonizadores. Las mujeres han sido y son aún un instrumento indispensable para modelar la identidad colectiva en los jóvenes estados árabes. Desveladas por los colonizadores, debían volver a las fuentes del Islam, velarse otra vez para, así, salvar su dignidad.

En muchos de estos países, la mujer es presentada en los medios de comunicación, por una parte, como un vector de modernidad, mediante la imagen de la mujer independiente, instruida y que trabaja. Pero al mismo tiempo, por otra parte, en la literatura y el cine, tiene una imagen bastante contradictoria, moderna, emancipada, independiente, pero al tiempo obediente y recatada, que cumple con ciertas normas tradicionales. Las telenovelas importadas de Egipto presentan un modelo de mujer preocupada por casarse, por preservar su honor familiar, pudorosa, sumisa y laboriosa. En las telenovelas latinoamericanas, igualmente populares, es la imagen de la mujer sensual y preocupada por su belleza.

Para acabar, hay que reconocer, por una parte, que es cierto que en muchos países musulmanes y/o árabes, las mujeres están discriminadas en el sentido de tener un estatus social inferior al de los hombres. Sin embargo, esto no se debe al Islam en sí mismo, sino a una interpretación conservadora y a una manipulación de ésta que sirve a los intereses de las oligarquías y gobernantes conservadores. La discriminación de la mujer obedece también a creencias populares arraigadas en la cultura tradicional patriarcal que considera a la mujer como una menor, a quien hay que proteger y, por tanto, controlar. Creencias que apenas se han intentado erradicar.

Por otra parte, debemos reconocer igualmente que el mundo musulmán es muy heterogéneo, con realidades históricas, políticas y culturales distintas entre sí, lo que hace que la interpretación y aplicación de los preceptos religiosos y, por ende, la situación de las mujeres, difieran sustancialmente de un país a otro. Más aún, las condiciones de las mujeres no son homogéneas, ni siquiera dentro de un mismo país. Pues dependen también, en gran medida, de la clase social, del nivel de estudios, y de que el lugar de residencia sea rural o urbano.

La aproximación más productiva es preguntarnos cómo podemos contribuir a construir un mundo más justo, usando un lenguaje más igualitario y solidario, en vez del de la salvación. La mujer musulmana tiene generalmente otros problemas más perentorios, como son las deficiencias de los sistemas de salud, la pobreza, y las escasas oportunidades formativas – las cuales, por cierto, comparte con los hombres.