Omar Ribelles

Al Profeta del Islam le caían bien los buenos poetas, los otros, los malos poetas, insoportables siempre, como Lope de Vega, ese familiar del Santo Oficio escrutador de escritores, ni Profeta ni ciudadano pagan por sus versos. No pretendo decir que solo los poetas que venden son buenos, tan solo afirmar que nadie traga a un mal poeta aunque monte nombre famoso. La clave para diferenciar entre poeta bueno y poeta malo me la dio, quien lo iba a decir, la mismísima Blanca Andréu un día que tuvo a bien pasarse por Madrid.

Le alababa con entusiasmo el encanto del verso de más arriba, el del titulo, “te desconoces, te desconoces”, que soluciona tan de forma genial ese poema en “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall” en el que Blanca lidia con un chico con alma de muro y pretensiones de caballo griego que quería ser en el sur entre señoras lorquianas con el alma blanca y los labios rojos, cuando me dijo que un alguien pretendió cercenarle verso de cuatro palabras, quitándole, dejándolo en nada, dolorosa ablación, ese segundo “te desconoces, te desconoces” tan delicadamente femenino y despierto en los limites del Barzag. Una barbaridad de lesa Poesía en ese preámbulo de iniciación mistérica. Blanca, como la del Oráculo de Delfos, apuesta, naturalmente, por la Poesía como camino iniciatico. Ese camino iniciatico que separa a los poetas malos de los Virgilio, Dante, Shakespeare, Cervantes.

El encuentro con los poetas es siempre fugaz, te abruman con esa sonrisa que se les pone por jugar en todo momento con el corazón de las palabras. No pude decirle a Blanca Andreu que si a ella no, al mismísimo Cervantes sí, doscientos años después, los ilustrísimos perversos mal intencionados de la Real Academia, tuvieron a bien ablacionarle el titulo de ese poema iniciatico disfrazado de la mejor novela que se escribirá jamás: El Quixote. Así, inadmisible, le enmendaron la plana a Cervantes, ignoraron la clara advertencia colgada en el primer capitulo: “nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto”, y, cambiaron la x por la jota dejando al Pueblo español a oscuras de simbolismos. Se asombra Ridao de cómo la cainitica intelectualidad goda española ha intentado sin éxito abducir El Quixote. Los ingleses, que son más respetuosos en cosas de letras, siguen escribiendo Don Quixote y son ellos los que me explicaron el busilis del malvado cambio de nombre. Agrupadas las tres letras centrales del nombre que Don Quixote tardó ocho días en pensarse, IXO, dentro de la O se forma un a modo de estrella de seis puntas que es el símbolo del centro del mundo desde que el simbolismo existe. Es decir, a bote pronto, Don Quixote es el Maestro que te lleva al centro del mundo, de tu mundo. André Malví, ese alquimista montaraz de nuestros días, me dijo de pasada que Quixote era término alquímico que significa “el que te ayuda a encontrar el Grial”. Date cuenta Blanca, Don Quixote es, como tú, maestro iniciatico. Y no me repliques diciendo que esto es uno de mis regates.

A Don Quixote le inicia en el capitulo 16 de la segunda parte el Jidr de los musulmanes, ese hombre de verde, caballero del verde gabán cervantino, Profeta errante residente en la constelación de Orión que visitó en tres ocasiones a Ibn Arabi de Murcia. Tan poderosa es su iniciación que en el capitulo 17 Don Quixote derrota a los leones sin ni siquiera combatir con ellos, tan solo con el corazón. El iniciado cambia de nombre, deja de llamarse “El caballero de la triste figura” y se llama a sí mismo “El caballero de los leones”. En el capitulo 18, es agasajado Don Quixote en la casa del que le inició, ocurre siempre así, el que inicia acoge. En la apacible casa del caballero del verde gabán, Don Quixote aprovecha para dejarnos muy en claro a todos los asistentes que la Poesía es medio maravilloso para la iniciación y el conocimiento. No es poco. Leerlo, se ve.


“Te desconoces, te desconoces”