PERFUME DE LIBERTAD EN ALÁNDALUS

 

Jadicha Candela Castillo

Tetuán, mayo 2001

 

 

I.-INTRODUCCIÓN

II. LA LIBERTAD EN EL ÁMBITO PÚBLICO: La igualdad de oportunidades del hombre y la mujer musulmana en los ámbitos religioso, jurídico y político en Alándalus

·        VESTIGIOS HISTÓRICOS DE LA PRESENCIA DE LAS MUJERES EN LOS  DIFERENTES ÁMBITOS DE LA VIDA PÚBLICA DE ALÁNDALUS

1.    Vestigios en el ámbito religioso y jurídico

2.    Vestigios en el ámbito  del poder político: La mujer en el Alcázar

3.    Vestigios en el ámbito social

II.- LA IGUALDAD EN El ÁMBITO PRIVADO

La igualdad de oportunidades de la mujer en el ámbito doméstico

·        La igualdad de la mujer en la educación y en la enseñanza

·        La Igualdad económica de la mujer musulmana en Alándalus y su independencia en este campo con respecto al hombre

·        La igualdad en el campo de gestión de bienes

·        La exaltación de la mujer musulmana en las relaciones  familiares y amorosas

III.-LA EXPERIENCIA DIRECTA DEL RENACIMIENTO DE ISLAM, ALÁNDALUS, EN ESPAÑA

·        Refutación del sistema académico de fuentes

·        Recobrar la memoria histórica

·        FUENTES OCULTAS DEL RENACER DE ALÁNDALUS: La experiencia infalsificable

1.   El Rastro de Islam en las cocineras

2.   El Rastro de Islam en el baño

3.   El Rastro de Islam entre las jardineras

 

IV. CONCLUSIONES

PERFUME  DE LIBERTAD EN ALÁNDALUS

 

 

I.-INTRODUCCIÓN.

 

Quiero esta tarde de mi intervención dar las gracias a todos los que habéis venido y, así mismo, quiero  señalar lo enriquecedoras que han sido estas Jornadas de aprendizaje en esta ciudad tan querida por mí y que me corresponde con su cariño. Afirmo que esta ciudad corresponde al cariño que tengo por ella porque  en otras ocasiones fui también invitada aquí a compartir una extraordinaria reunión de mujeres y hombres amantes del conocimiento de Islam y de su historia. Aquellos amigos estaban dispuestos a conservar la memoria  de un país, su país, España, de donde fueron expulsados por una política uniformadora. Una política de cruel monopolio religioso.  En aquella ocasión, como musulmana conversa, me emocionó el reencuentro con mis antepasados musulmanes andaluces, mis dos apellidos Candela y Castillo son moriscos de pura cepa, y me consta que hay hombres y mujeres con estos apellidos o con apellidos derivados de estos míos, hoy en día, aquí mismo, en Marruecos, concretamente en Tetuán, que vinieron de Alándalus. Hoy me emociona el número y la calidad de las personas que la señora Fátima Aitoutouhen ha reunido  aquí con un esfuerzo y una dedicación digna de nuestro agradecimiento y de nuestro elogio, un número de personas estudiosas del Islam; expertos que no han dudado en desplazarse de sus lugares de estudio y de trabajo sin otra contrapartida que exponer y difundir sus hallazgos en un foro como este. Yo, que no soy historiadora ni arabista, me presento ante vosotros con una reflexión que habla de perfume, de libertad y de Alándalus. Con ella  no me dirijo a la comunidad científica, ni a la ciudadanía, sino a la comunidad de los que aceptan Islam como su religión y la libertad religiosa como su consecuencia. Me dirijo a los hermanos, a los afines, a los amigos, porque quisiera compartir con vosotros mi experiencia del renacer de Islam ahora, en estos momentos, en tierras de Alándalus que son mis tierras, en Cataluña,  en Murcia, en Granada, en Málaga, en Sevilla, en Córdoba, etc.; en toda Europa. Un renacimiento de Islam que me ha tocado en suerte vivir, Alhamdulilah. Un renacer que para mí empezó como una exigencia de libertad; pero, ¿cual es el perfume de la libertad? Yo identifico la libertad con poder aspirar el perfume que flota en el aire en  primavera en el Levante español; un tenue olor a la flor del azahar, un intenso olor a jazmines nocturnos desde un callejón. Un perfume que cada ser humano podría definir de forma diferente, pero con una cualidad que todos reconocen en común: el perfume de libertad crea adicción. Cuando se ha aspirado, cuando se ha olido, se añora si se pierde, pues  no se olvida jamás. Un perfume que es la base de cualquier vida digna, que trae su causa, o mejor, que ha nacido necesariamente, como causa y efecto, de la Igualdad, sin la cual no se produce. ¿A que igualdad me estoy refiriendo? Me refiero a la IGUALDAD, con mayúscula, de todo ser humano sin discriminaciones en razón de las características que nos hacen diversos y como paradigma de esta diversidad, me estoy refiriendo a una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres, que reparte las oportunidades por igual entre ambos sexos. Una sociedad que permite que todo individuo tenga las mismas oportunidades en los mismos ámbitos. Una sociedad que no reclama privilegios para un sexo frente a otro, ya sea este sexo el masculino o el femenino.  Una sociedad que no uniformiza toda diversidad, incluida la diversidad sexual, negándose a diferenciar los valores y cualidades femeninas de las funciones y valores masculinos, como hace la sociedad de consumo de los países ricos de hoy. Ya al principio del pasado siglo Qasim Amin nos dijo [1]La libertad es fundamento del progreso humano, su escala hacia el bienestar; por eso, las naciones que poseyeron la clave del éxito tuviéronla por uno de los más preciados derechos humanos…. Sorprende a algunos que yo reclame la libertad de la mujer, y replican ¿Es que llevan argollas de esclavos? Si entendieran lo que es la libertad, nada habrían objetado”[2]. El perfume de libertad al que aludo es el que exhala el Corán, que ha puesto en el frontispicio de nuestra Shari’a, nuestra Ley: “No hay coacción en el din”[3]. Es el perfume que nuestro Profeta Muhamad (PyB) emanaba. Siendo el perfume una de las tres cosa que él amaba de Dunia, el que más empeño puso en esparcir a su alrededor fue el perfume de la Libertad, el cual quedó impregnado en los patrones de conducta de los musulmanes de Alándalus mejor que en cualquier sociedad islámica del momento, pues esta civilización consiguió un modelo de sociedad donde se exaltaron los derechos de igualdad de oportunidades para la mujer y de las demás minorías, tanto judías como cristianas. Basándose en esta prohibición categórica del uso de la coacción[4] (ikrah), en todo asunto de la religión o la fe, todos los juristas (fuqaha) mantienen que la conversión a la fuerza es inválida en todo caso. Cualquier intento de coacción al no creyente para que acepte Islam es una falta grave. Este veredicto echa por tierra la extendida falacia de que Islam pone a los no creyentes frente a la alternativa de la “conversión o la espada”.

Examinemos qué nos cuentan los estudiosos de la libertad y de la igualdad de oportunidades de la mujer musulmana andaluza medieval y comparemos estas noticias con la experiencia actual de reconquista de la libertad religiosa perdida durante quinientos años en Alándalus.

 

II. LA LIBERTAD EN EL ÁMBITO PÚBLICO: La igualdad de oportunidades del hombre y la mujer musulmana en los ámbitos religioso, jurídico y político en Alándalus.

 

Con este perfume de libertad, que antes casi olimos, se configuró una de las sociedades más ricas, estables y avanzadas que nos ha sido dado conocer, y ésta es la sociedad formada en Alándalus durante los siglos ocho a quince en España. Alándalus fue Andalucía, a cuya superficie actual hay que añadir el territorio de lo que hoy conocemos como Comunidad Autónoma Extremeña, Comunidad Autónoma Murciana y Comunidad Autónoma Valenciana. Ese perfume emanó, como un milagro, en una sociedad del medievo y asombró al mundo civilizado de entonces y de ahora. Sus logros en materia de reconocimiento de los derechos individuales, en materia de protección a la diferencia religiosa, y el nivel de sus ciudades, en cuanto a higiene confort, riquezas materiales y espirituales, alcanzó unas cotas  que aun hoy en día no hemos igualado. Aunque lo justo sería analizar el sistema de integración de las minorías que ideó Islam, voy a centrar mi análisis en la mujer musulmana y ello porque es un fenómeno que conozco de primera mano. Las musulmanas, como grupo subordinado, como grupo marginado y oculto tras los velos, somos ahora objeto de un interés nuevo, casi desmesurado. Pero es aun mayor el interés que suscitan entre los estudiosos las musulmanas de Alándalus. El interés empezó a despertarse en el nivel académico, en el ámbito de expertos universitarios, en la segunda mitad de la década de los ochenta. En esa época empezaron a florecer seminarios y reuniones de profesores que trataban de responder a cuestiones como las siguientes: ”¿Por qué las mujeres de Alándalus se han convertido en un foco de atracción principal en esta década? ¿Forman parte de nuestra identidad las mujeres andalusíes, del mismo modo que sus coetáneas de los reinos cristianos medievales? ¿Fueron, las mujeres andalusíes un episodio temporal, hace siglos concluido?”[5]. El problema que evocan estas preguntas es el problema de la identidad, el de nuestra identidad colectiva como mujeres españolas y andaluzas. Yo conozco muy bien de donde arrancan estas preguntas, porque he tenido que respondérmelas por mí misma. La identidad que reclaman estas preguntas no es un problema individual. Es un problema de deseos y de decisiones, a veces de Estado, que permiten excluir de la memoria las raíces negadas, ignorándolas, aunque las andalusíes seguimos vivas en nuestra sociedad en los umbrales del siglo XXI, como los cimientos escondidos en los que se apoya la conciencia colectiva española, con independencia de los que sobre nosotras, sobre nuestra historia y sobre nuestra identidad como mujeres españolas, digan y legislen los poderosos o los observadores científicos. Porque Islam ha despertado de nuevo en los corazones de nosotros los Andalusies, los musulmanes españoles actuales, y se ha manifestado hacia el exterior en el preciso instante en que hemos recobrado la libertad religiosa perdida en 1492, y nunca recobrada hasta hoy[6]. Las respuestas a estas preguntas estaban ahí, en el sustrato tapado por el genocidio perpetrado contra los musulmanes españoles durante trescientos años, a manos de la Inquisición, a la que algunos todavía llaman Santa y se ha manifestado en forma de nuevos musulmanes con los mismos parámetros donde Islam fue sepultado. Como si florecieran los tocones de los árboles talados hasta la raíz, y brotaran las semillas de un jardín cubierto con asfalto durante siglos. Pero volvamos al  análisis de los rastros dejados por nuestras antepasadas en Alándalus.

 

VESTIGIOS HISTÓRICOS DE LA PRESENCIA DE LAS MUJERES EN LOS  DIFERENTES ÁMBITOS DE LA VIDA PÚBLICA DE ALÁNDALUS.

 

Vestigios en el ámbito religioso y jurídico.

Examinando los pocos vestigios que han quedado, ¿puede hablarse de libertad en el Alándalus cuando abundan las elegías femeninas que destacan su valor social y artístico?[7]. Con esta pregunta parte la andadura de la historia oficial española. Señoras historiadoras, existen evidencias históricas suficientes para afirmar que las musulmanas de Alándalus no eran mujeres "florero", por utilizar terminología política actual, sino que  practicaron todas las funciones públicas, incluidas las funciones de dirigentes religiosas y portavoces de la comunidad. En efecto, si leemos las Crónicas, nos encontramos mujeres interpretando la Shari'a e impartiendo Justicia durante todos los siglos de Islam en España[8]. Uno de los grandes especialistas en poesía medieval de Alándalus[9] considera que las mujeres reflejan las costumbres de su época. “Las fuentes jurídicas, tanto teóricas como prácticas ofrecen un material cuyo aprovechamiento aparece lleno de interés, de los fatuas del Magreb que se han estudiado por el E. Amar al principio del siglo XX"[10]. Ibn Jaldum cita en su Muqadima a las alfaquíes del Magreb expertas en la aplicación práctica de la Shari'a, entre ellas a la destacada jurisconsulta que reporta “El Maqari” y que era mujer del Cadi de Loja. Según transmiten los autores, sobresalía en sentencias y en casos judiciales. Es conocido el caso de una mujer “Alfaquí”. Se trata de Um-al Darda al Sugra, muerta en el año 81 de la Hégira, siglo VIII después de Cristo[11]. Las mujeres alfaquíes de Alándalus se han estudiado por la Drª. Avila[12]. Ella nos transmite las noticias sobre mujeres que actuaron, como funcionarios públicos según reporta Ibn Hanz, e incluso como imames.

 

Vestigios en el ámbito  del poder político: la mujer en el Alcázar.[13]

En varias ocasiones se nos indica en los textos históricos que las mujeres andaluzas que “vivían en palacio representaban una fuerza con la que había que contar”[14]. Pero rápidamente se nos aclara que “no conviene, sin embargo exagerar la importancia de estos datos ya que aparecen de forma aislada y circunscritos a las luchas por el poder dentro de los muros de los alcázares”[15]. Empero, y a pesar de estas reticencias oficiales, sabemos que las mujeres tuvieron tanta importancia en palacio “que ninguno de los Omeyas andaluces fue hijo de mujer libre”, como observa Ibn Hamz[16]. Dentro del examen de la vida de las mujeres en el Alcázar real, se examinan siempre dos aspectos que tienen una fuerte relación intrínseca: las relaciones amorosas y la reclusión de la mujer. Es interesante recordar aquí el hecho de que, en ambos planos, diversos estudios de la vida en Alándalus hayan llegado a la conclusión de que las mujeres disfrutaban en la Península Ibérica de una mayor libertad que en Oriente[17]. Sin embargo, nuestras arabistas oficiales descalifican estas noticias con diferentes reproches. Uno de estos reproches, citado con frecuencia, dice que “las mujeres que aparecen en la historia nunca lo hacen en función de su propia actividad, sino siempre como reflejo a través de la personalidad masculina que les da, por así decir, derecho a la existencia histórica. Conocemos los nombres de todas las madres de todos los Emires o de los Califas Omeyas, (dcosa que no se puede predicar de todos los reyes visigodos de la Península), pero casi nunca se nos dice otra cosa sobre ellas (de las cristianas tampoco). Algo parecido puede decirse de las mujeres, legítimas o no, (por lo menos aparecen citadas las no legítimas, cosa impensable en las crónicas cristianas)”. En este sentido, es paradigmática la actitud de la profesora Marín, que llega a llamar a las andaluzas “alguna de estas sombras con nombre pero sin rostro, a las que escapan de la oscuridad a que las condenaba su condición y han intervenido de manera activa en los asuntos de Gobierno”[18]. La historiadora afirma rotundamente: “La mujer cuya vida hemos intentado reconstruir es, pues, ante todo, una productora de hijos, una sirvienta o una fuente de placer y de diversión. Las hijas de familias nobles, antes de ser dadas en matrimonio, se ocupaban de algún trabajo doméstico, o en ciertos casos se dedicaban a la poesía y a la devoción"[19]. Este panorama se oscurece todavía más si se desciende a la indumentaria. “El velo forma un espacio ambulante de la mujer, pero en los lugares públicos se da una mezcla, promiscuidad controlada, donde la separación de los sexos se hace efectiva por el porte del velo”[20]. Sin embargo, las Crónicas que han llegado hasta nosotros contradicen la conclusión académica que acabamos de describir. Así, Hassan Ahmad Mahmud, Muhammad Mayid al-Said y Fawusi Saad Isa, en tres libros sobre las mujeres en tiempos de los almorávides y los almohades[21], dicen que la mujer mantuvo y aun acrecentó sus privilegios con papeles antes inusuales. Las fuentes hablan de mujeres influyentes en la política, y no se usaba el velo femenino de forma obligatoria, como revela una anécdota de una esposa de un emir que se peina en presencia de este y de un primo suyo que entró a verlo[22]. Como la hermana de Alí Yusuf, que es encontrada en el zoco sin el velo por el poeta Ibn Tumart[23], el cual no parece, por esta circunstancia,  mermar en su aprecio y consideración por la hermana de su amigo. También “hay tres poemas en que se denuncian injusticias, uno de Hassana, quejándose de la cometida con ella por el Gobernador de Elvira, otro de Asma’ al-Amiriya y de Al-Silbiya denunciando la situación de su ciudad natal, Silbes, víctima de un Gobierno injusto, y reivindicando para sí una de las funciones de los poetas antiguos, la de ser portavoz de la Comunidad”[24]. En efecto, la influencia de estas mujeres en la vida pública se generalizó, y se hizo tan importante que no faltaron las voces misóginas de rigor, que siempre están alertas en tales circunstancias, achacando las causas del declive almorávide a la influencia femenina en la vida pública[25].

 

Vestigios en el ámbito social.

Pero si en lo político el papel de la mujer fue destacado, lo fue menos que en el período anterior, el Califato; mientras que socialmente y, sobre todo desde un punto de vista docente y científico, tanto con los almorávides como con los almohades ese papel se mantuvo y aún fue a más. Se pueden destacar nombres como el de Zainab Bint Yusuf b. ‘Abd al-Mumin. Las fuentes hablan de mujeres dedicadas a la medicina, como las hermanas de Abenzohar, o que trabajaban como enfermeras; sin hablar de las literatas como Hafsa bint al Hayye Al Rakuniyya. Los morabitunes, que podrían considerarse talibanes medievales, respetaron la igualdad y la libertad de la mujer en Alándalus, como pone de manifiesto la opinión del gran Averroes, o Ibn Rushd, para el cual “Entre el hombre y la mujer no hay diferencia por razón de la naturaleza, sino sólo cuantitativa del ejercicio. Es necesario ampliar el campo femenino a otras actividades además de las tradicionales, otorgar a la mujer libertad de pensamiento”[26]. Siguiendo esta línea, Averroes afea a los orientales el privar a la mujer de sus facultades humanas como si solo hubiese sido creada para concebir y para amamantar, pues según la interpretación tradicional del Alándalus, muchas cuestiones se enfocaban con una sensata falta de perjuicios retrógrados y con soluciones plenamente actuales por ser progresistas. “Es innegable el papel de la mujer andalusí en el quehacer intelectual de la época”[27]. “Se puede constatar una exigencia en los niveles sociales altos de un bagaje cultural de las mujeres, lo cual es reflejo de un desarrollo considerable en el plano social, desarrollo considerable en multitud de campos”[28]. El análisis de estas fuentes no puede sino llevar a la conclusión de que existe la presencia de la mujer en Alándalus, en todos los ámbitos públicos, en situación de igualdad con los hombres.

 

II.- LA IGUALDAD EN El ÁMBITO PRIVADO. La igualdad de oportunidades de la mujer en el ámbito doméstico.

 

“Yo he intimado mucho con mujeres…. porque ellas me enseñaron el Corán, me recitaron no pocos versos y me adiestraron en tener buena letra”[29]. He leído esta cita de Ibn Hamz, porque para mí la igualdad de oportunidades, que es base de la libertad, empieza con la no discriminación de la mujer en el ámbito de la educación, en un primer nivel y en niveles superiores, y porque esta cita resume la posición de la mujer andalusí no solo como alumna, sino como maestra.

 

La igualdad de la mujer en la educación y en la enseñanza.

El hecho cierto es la existencia de una serie de noticias y vestigios históricos sobre científicas, literatas y poetisas, lo cual presupone el que hubiera un primer nivel de enseñanza para mujeres. Así mismo existen los repertorios que mencionan a maestras que hemos de suponer dedicadas a la enseñanza. “Por naturaleza y por necesidad ha recaído en manos de la mujer la responsabilidad de iniciar a los niños en el uso de la lengua, y en la práctica de la religión musulmana y el mantenimiento del acervo folklórico. Pero sobre todo, la misión de inculcar el orgullo de pertenecer a la comunidad islámica, como principal factor de defensa de identidad en una minoría marginada”[30]. “Sabemos que aprendían y enseñaban tanto a varones como a mujeres, y que acudían normalmente a las clases que se impartían tanto en las mezquitas como en casa de los profesores”[31]. “Las tres biografías permiten suponer una notable equiparación entre hombres y mujeres en lo referente al proceso de formación intelectual en sus niveles superiores, y a las labores de enseñanza en esos mismos niveles”[32]. “El proceso de enseñanza superior en Alándalus, se certificaba con el permiso (iyaza o ‘idem) para enseñar, autografiado en los bordes del manuscrito que el alumno había aprendido; y las fases del proceso de enseñanza, según los estudiosos, pasaba por la enseñanza en las escuelas coránicas, o con profesores particulares en la ciudad de nacimiento, una posterior estancia en otra ciudad de Alándalus y un período de formación fuera del país, aparejado o no con el precepto islámico del Hach o peregrinación a la ciudad santa de Meca. Estas maestras enseñaban tanto a hombres como a mujeres, al igual que antes, en el período de formación y en las mismas etapas, asistían a clase individuos de ambos sexos. Las maestras son citadas con nombre propio a pesar de estar, algunas de ellas, casadas[33]. Se han conservado 3.000 expedientes de procesos de la Inquisición referentes a los moriscos, en la última etapa de presencia musulmana en España, correspondiente a los años 1566 a 1609[34], de los cuales una gran mayoría se refiere a mujeres que enseñaban Islam.

 

La igualdad económica de la mujer musulmana en Alándalus y su independencia en este campo con respecto al hombre.

No podemos explicarnos el desconocimiento profundo de que las arabistas españolas hacen gala sobre el sistema de derechos fundamentales de la mujer musulmana, que se reflejan en la autonomía tanto económica como política. Este estatus legal, estos derechos, son sistemáticamente ignorados por la doctrina académica oficial. Pero es más: estas mujeres independientes tenían, y así lo demuestran las fuentes, peso político propio. En este sentido, alguna de estas profesoras impartiendo doctrina ha llegado a decir: “Desconocemos los detalles concretos del mecanismo por el cual las mujeres de la familia real omeya accedían a la propiedad de bienes mueble e inmuebles; es de suponer que este proceso seguía las normas habituales, es decir, herencia, dote y, en ocasiones, donaciones de los emires o califas”[35]. Tal afirmación obvia el hecho de que el Corán dota a las mujeres de un status legal de igualdad en lo económico, estableciendo en el libro sagrado el derecho a la autogestión e independencia de la mujer en este plano básico[36]. De hecho, tenemos múltiples ejemplos de cómo el papel de agente económico de la mujer en Alándalus la convierte en un poder fáctico de su época. “La mujer musulmana actúa como agente económico en la sociedad musulmana de Alándalus y en nuestros días”[37].

En efecto, las mujeres de Alándalus disponían de grandes sumas de dinero que administraban ellas mismas, y que utilizaban en fundar construcciones de palacios y mezquitas[38].

 

La igualdad en el campo de gestión de bienes.

Por supuesto las mujeres poseían sus propios bienes, a veces en cantidades tan considerables que tenían influencia política, como la madre de Boabdil[39]. En cuanto a los datos sobre las propiedades de fincas, se revelan datos sobre posesiones a gran escala de mujeres, como la viuda de Almanzor, Al Dalfa[40]. Las fuentes nos la describen como la financiadora de la rebelión contra Sanchuelo, hablándose de la elevada cifra de un millón de dinares, y dueña de incalculables riquezas acumuladas en varias villas que poseía en las grandes ciudades de Alándalus. Destaco, en este sentido, la dote de una paisana mía: la hija del conde visigodo Teodomiro, señor de la Cora de Tudmir, que se casó con Abdel Gabba y recibió una alquería en Orihuela y otra en los alrededores de Elche, ambas ciudades muy cercanas a la actual Murcia[41]. Y recordemos la herencia de Sancha la Goda, consistente en mil aldeas en el occidente de Alándalus, que seguramente constituyeron la base de la fortuna de la poderosa estirpe de los Banu Hagag[42]. Todos estos ejemplos nos autorizan a suponer a las mujeres andalusíes como poseedoras de un estatus económico propio, pues podían disponer libremente de grandes fortunas que ellas mismas administraban con una independencia superior a las mujeres de las pasadas décadas en España; recordemos que -hasta la Constitución de 1978- las mujeres españolas debían ser autorizadas por su padre o por sus maridos para suscribir cualquier documento económico, incluida una cuenta corriente bancaria[43].

 

La exaltación de la mujer musulmana en las relaciones  familiares y amorosas.

Es curioso que las historiadoras españolas no destaquen el hecho de los frecuentes múltiples matrimonios de las mujeres andalusíes, cuando la posibilidad de divorciarse y de casarse varias veces suponía una ventaja enorme para las musulmanas, que podían mejorar de esta forma su estatus y su carrera frente a la rígida moral sexual cristiana que prescribía el matrimonio vitalicio o el convento perpetuo. Tal es el caso de Asma, mujer de Almanzor, repudiada por el visir del Califa Al Hakan II, que conservó toda su vida el favor de Almanzor; hecho que a la historiadora que reporta estas fuentes le lleva a exclamar con un cierto asombro: “Debió ser de un extraordinario atractivo físico, y muy inteligente”[44]. Sara la Goda viajó a Damasco para solicitar al califa justicia contra su tío[45]. “A Hafsa al-Rukuniyya, a Nazhum y a Wallada se debe la fama de mujeres en libertad que tienen las poetisas hispanoárabes”[46]. “Wallada y Hafsa al-Rukuniyya cantan al amor y a los celos, siendo los poemas correspondencia con sus amantes, medio de comunicación y de identificación entre las minorías cultas”[47]. La libertad emocional y sentimental de la que hablan las arabistas no era obstáculo para que la posición de la mujer sea de exaltación. “Vivió honrada por los suyos, (nos dejó) sin haber sufrido desconsideración ni regateo mezquino”. La altísima posición de la amada musulmana pasó a la posteridad como antecedente del amor galante de los trovadores europeos. Otra muestra de la devoción por la figura femenina de nuestros antepasados nos la proporciona Abu Ihsan de Elvira, que dice: [48] “Desvía tu montura hacia el desolado desierto y haz que se arrodille junto a una tumba que contiene la luz de mis ojos. Veras con evidencia qué rango ocupa en su sepulcro y te llegará la fragancia de su perfume”[49]. Abu Hayyan nos da otro ejemplo de la altísima posición de que gozaba la esposa musulmana, pues describe[50] en su elegía a su mujer, Zumurruda (Esmeralda),  sus relaciones de pareja con notas que bien quisieran las feministas actuales; dice así: “Era mi compañera en la soledad y en el destierro -de Granada a Egipto- despierto, dormido y de viaje. Mi contertulio en mi casa y fuera de ella. Mi camarada en el Hach (la peregrinación). Era mi esperanza que ella siguiese con vida, cuando la enfermedad me rondase. Porque no era solo una esposa, sino una madre, y yo su hijo más pequeño.” Este poeta que sentía un afecto inmenso por su mujer[51] ¿podría ser calificado como un machista medieval también?

No obstante, esta actitud que ha llegado hasta nosotros y que comparándola incluso con nuestros días es paradigma de una sociedad igualitaria y feminista, es considerada una rara excepción.

 

III.-LA EXPERIENCIA DIRECTA DEL RENACIMIENTO DEL ISLAM DE ALÁNDALUS EN ESPAÑA.

Refutación del sistema académico de fuentes.

Al repasar el trabajo de los historiadores en la investigación académica sobre Alándalus, encuentro que el sistema empleado por estos científicos pasa por la construcción de una teoría y después por la búsqueda de las fuentes históricas que apoyan esta teoría, desechando toda noticia que no se adapte a la idea preconcebida por el investigador. Por eso, las fuentes utilizadas por los investigadores actuales adolecen de parcialidad y me llevan a la desconfiar de las conclusiones que ofrecen. Es un hecho que muchos arabistas intentan disfrazar o quitar importancia al nivel de libertad alcanzado por las musulmanas de Alándalus, por el hecho de no estar generalizado a la totalidad de las mujeres, sin percatarse que este tipo de análisis puede aplicarse también en nuestros días y nos encontraríamos con esta misma realidad. Solo las mujeres que han podido acceder a un cierto nivel de educación y de bienestar material puede decirse que son libres, no las mujeres menos favorecidas económica y socialmente. Pero éstas, las favorecidas, eran libres, sin que el destacar esta circunstancia nos produzca una deformación de enfoque que convierta en rosa el panorama medieval andaluz, tan falso como el oficialista de nuestras universidades, exclusivamente negativo y machista. Por ejemplo: ante los vestigios y noticias que hemos expuesto antes sobre el papel de las mujeres andalusíes y su presencia en los ámbitos públicos, la academia objeta que esas cotas de libertad sólo estaban reservadas a las mujeres acomodadas o aristócratas con las que no rezaban las restricciones impuestas a las mujeres comunes. Se minimiza así el status de libertad alcanzado por estas mujeres musulmanas en contraposición al status de las mujeres también ricas o aristócratas de los reinos cristianos coetáneos. Como nos recuerda J. María Forneas: “Sólo un estudio de múltiples textos de todo tipo podría darnos un reflejo objetivo de la situación de la mujer en Alándalus, para lo cual habría que hacer muchas distinciones: épocas, lugares, clases sociales, ocupaciones"[52].  Abundando en este sentido, la profesora Manuela Marín dice: " En un mundo de hombres, que conocemos a través de relatos hechos por hombres, el trabajo y las actividades femeninas no han merecido más que una atención muy secundaria y siempre en función de su papel dentro del núcleo familiar. Con todo, su aislamiento no las separó del todo ni de la sociedad ni de la vida intelectual y política”[53]. Estos pequeños ejemplos, a los que podríamos añadir otros tantos, nos ponen en guardia sobre las fuentes de la historia oficial. La doctrina académica ya ha elaborado las características de la sociedad de Alándalus. Ha sido definida como una sociedad opresora, patriarcal y misógina, donde las mujeres se destinaban a sus papeles sexuados de reproductoras, y así debía ser forzosamente, y aunque las pruebas y las fuentes digan otra cosa bien distinta, son interpretadas a conveniencia de las teorías académicas oficiales. Todo ello se dirige a confundir al profano, pues para estos académicos es inadmisible el hecho de una sociedad en el medievo español que funcionaba respetando la igualdad y libertad de la mujer. Por ello cuando se interpretan las fuentes que mencionan a alguna mujer destacada, en todos los planos sociales, la postura oficial concluye que ellas están en la historia por la vinculación por parentesco al varón más importante de su entorno. Se mantiene y se defiende así la teoría de la posición “superior” de nuestra cultura actual, cristiana, demócrata e igualitaria, que defiende los derechos de la mujer, frente a la cultura y civilización musulmana que dio lugar a Alándalus. Para ello se recurre a forzar la interpretación de las fuentes y falsear las evidencias históricas, llamando “excepciones” a los numerosos ejemplos sobre el estatus y el rango de las mujeres andalusíes.

 

Recobrar la memoria histórica.

Para algunas historiadoras[54], la reconstrucción de una memoria pasa por tres niveles distintos: el de las ideas o del conocimiento, el de los valores y el de la acción; y al mismo tiempo esta reconstrucción puede hacerse desde dos perspectivas muy distintas: la mirada desde dentro que convierte al sujeto de estudio en parte de nosotros y la mirada desde la que se les confiere la condición de “ella”, o “ellos”; es decir, la mirada que se lanza a los extraños o a los extranjeros. Esa mirada que las ciencias positivistas del pasado siglo gustaban nominar como mirada “objetiva”. Pues bien, desde esta postura “objetiva” y por ende científica y superior, la academia oficial ha establecido que en el mundo islámico, el mundo de la acción, del gobierno, de la guerra, es un campo reservado exclusiva y únicamente a los hombres. “No es de extrañar, por tanto, que una sociedad patriarcal y medieval como la andalusí esté basada en una sexista división del trabajo. Es decir, que la mujer se dedique exclusivamente a procrear y a cuidar a los hijos y a ser la satisfacción sexual del hombre”[55]. Pero las fuentes, tercamente, también nos dan noticias de mujeres gobernantes, mujeres cuya intervención desmiente los planteamientos teórico-académicos como el que hemos reproducido antes. Las fuentes nos dan noticia de mujeres que han intervenido directamente en la vida pública de su época y que han decidido en los asuntos de gobierno. Sin embargo, estas mujeres son denominadas “excepciones” por la academia ortodoxa, reveladoras según la postura oficial de una especial inteligencia o habilidad de tal o cual mujer en cuestión, nunca un producto de la “civilización islámica medieval de Alándalus”, machista por definición axiomática. Algunas científicas dicen aún: “Se trata de un poder siempre ejercido por las mujeres a través de un hombre”[56], señalando además que la mujer se tornaría más poderosa e importante cuanto más débil es el hombre instrumento. Al acusar al Islam de Alándalus de conformar una comunidad retrógrada, machista e injusta, la ciencia oficial está robando y falsificando nuestra memoria histórica, una memoria que no está completa sin Islam. Para recobrarla, me he situado en los años de la expulsión definitiva, cifrados entre el 1609 y el 1711[57]. A partir de estos años se recrudece la expulsión y se convierte en decidido genocidio de los musulmanes que no pueden escapar; un genocidio no solo físico, sino también histórico[58]. Por eso las fuentes que he tenido que manejar son las del opresor, las del verdugo. Las fuentes judiciales de los procesos de cambios de nombres y conversiones forzosas y masivas.

Es la época de extinción del perfume de Islam y con la extinción  del agradable perfume a limpio y a flores, porque se prohibió de forma generalizada el baño “por ser costumbre de moros el oler bien”[59].

Me he situado en el punto final de Alándalus para encontrar otra vez, como al principio, a las mujeres moriscas conservando Islam en su mínima expresión, oculto y reducido, pero lo bastante luminoso para ser descubiertas por la Inquisición, que seguía el rastro de cualquier tenue perfume de la prohibida libertad. Así lo pone de manifiesto la doctora C. Barceló en su estudio “Mujeres campesinas mudéjares”[60], en el afirma que “la experiencia histórica de la feminidad será siempre irremediablemente la zona de “silencio” marcada por la ausencia de las fuentes, agravándose el problema en el caso de mujeres campesinas mudéjares[61], al concurrir en ellas una triple marginación:

1.    la marginación de que es objeto la mujer, como sujeto histórico, a favor del hombre;

2.    la marginación que sufre el ámbito rural frente al urbano;

3.    la marginación de los pertenecientes a una minoría marginada y vencida en los siglos XIV y XV para los musulmanes a favor de la sociedad cristiana”[62].

La triple marginación que se describe en las moriscas, es exactamente la que sufrimos hoy día las españolas que hemos aceptado Islam. Recordemos que en el siglo XV se pasa de gobiernos con mayoría islámica a gobiernos cristianos, en los cuales los musulmanes aparecen como minoría a extinguir. Las fuentes, a pesar de ser peligrosa cualquier manifestación de Islam, confirman que la campesina mudéjar, conocedora de las propiedades de las plantas por su contacto directo con la naturaleza, y como heredera a la vez de la tradición farmacológica del mundo islámico, jugará un papel decisivo en el campo de la asistencia sanitaria y terapéutica. En sus  prácticas curativas se mezclarán la medicina empírica, los productos vegetales y las oraciones; produce una mezcla perfecta de química y psicología. El resultado es de una sorprendente eficacia y ejerce además una curiosa fascinación sobre la sociedad cristiana: se permite como excepción a la prohibición general que las moras  ejercieran el oficio de médicos por el Consejo de Burgos[63]. En estos años de exterminio,“todavía se conservan como oficios comunes a mujeres y a hombres las actividades musicales, de curandería, lavadoras de difuntos y para hacer la circuncisión. Estaban prohibidas a los moriscos la medicina, las leyes, las actividades políticas y las religiosas, las honorarias, y las de armas, reservándose a estos las actividades relacionadas con el Islam, ya sea su práctica o su enseñanza, ya sea las ceremonias y tradiciones peculiares que rodean los distintos momentos de la vida y de la muerte. En las prácticas profanas quedan reducidos, mayoritariamente, al sector agrícola y artesano.”[64]

FUENTES OCULTAS DEL RENACER DE ALÁNDALUS.

La experiencia infalsificable.

Para lograr la salida de la invisibilidad de las mujeres musulmanas de Alándalus en la historia, en la religión y en la sociedad, evitando las oscuras teorías de la oficialidad, he querido investigar los vestigios vivos e infalsificables que  perduran en la vida cotidiana de hoy en los territorios de Alándalus. Buscar en los momentos íntimos de esta sociedad, escudriñar en lo doméstico señales de Islam a través de su cocina, de sus baños; cómo se vive en las huertas y en los jardines que acostumbramos a plantar para adornarnos con sus flores la cabeza. Busco aspirar otra vez el querido perfume. Estos rastros indelebles me han llevado a la verdadera memoria de Alándalus.

 

El rastro de Islam en las cocineras.

Prefiero investigar en las fantásticas combinaciones de olores y sabores de nuestra cocina. “Se las ponía a prueba con el plato llamado asfidabay[65], porque cuando lleva demasiadas especias, su caldo se ennegrece, siendo así que ha de ser blanco y perfumado y bien homogéneo, siendo el colmo de lo que se podría desear”[66]. La cocina verdaderamente tradicional, la que se transmite oralmente como un tesoro de madres a hijas, la cocina que actúa como compendio de las civilizaciones que la inventaron y guarda un recuerdo para los viajes que han realizado los ingredientes exóticos que utilizamos para su sazón, como sus especias, que forman otro perfume tan característico de Alándalus como lo son el perfume de las flores y de los arbustos domésticos cultivados en los patios, dentro de las casas.

 

El Rastro de Islam en el baño (Hamman)

“Los baños son fuente de salud corporal y espiritual y se toman por las mujeres a primera hora de la tarde”[67]. Ahora que se ha puesto otra vez de moda la curación a través de los olores, la aromaterapia, debemos un homenaje a estas mujeres pioneras que sembraron la placidez dentro de sus hogares a través de técnicas tan sofisticadas como la acuaterapia, que se ha descubierto por la llamada ciencia occidental crea y emite iones negativos que tienen un efecto relajante.

 

El Rastro de Islam entre las jardineras:

También relajan los aromas de la flor del naranjo, el azahar, con su nombre morisco, y los jazmines que alegran el espíritu. Las plantas fueron cultivadas tradicionalmente por las mujeres andalusíes como algo propio, de manera que se ha llegado a identificar un fresco patio, que posee una fuente cantarina y arbustos y árboles frutales perfumados, con uno de los signos identificativos de la cultura morisca del sur de España. Ellas, las sabias jardineras moriscas del Alándalus musulmán, se fueron de España, su país,  expulsadas por la intransigencia, pero han dejado su regalo en forma de patio perfumado, para nosotras sus herederas. Han llegado hasta nosotras vivas las tradiciones florales moriscas. Algo que no han podido erradicar quinientos años de persecución y desarraigo. Y de los patios al adorno personal basándose en flores.

 

IV. CONCLUSIONES.

La desconfianza en el sistema establecido oficialmente es la primera condición para buscar y para encontrar la verdad. Si no es una verdad en sentido absoluto, sí es una forma de explicarme enigmas que no encajan. No busco VERDAD, sino veracidad: porque la verdad con mayúscula, es el Dios, Allah, y la veracidad es armonía temporal y contentamiento individual. He encontrado la investigación histórico-académica española moviéndose dentro del positivismo histórico y contribuyendo al fundamentalismo autoritario patriarcal, donde la subordinación de la mujer y su explotación se justifica al mismo nivel que la explotación y la destrucción de la naturaleza.

Algunos de los ulemas musulmanes que han llegado con sus obras a España, y que han sido traducidos al español en libros editados por los centros islámicos, presentan -con honrosas excepciones- una intolerable discriminación de la mujer, que la convierte, a juicio de estos “sabios”, en objeto de uso y abuso del varón. Algunas sabemos que esta actitud no es legítima, pues contradice el discurso y el ejemplo de nuestro Profeta. El mensaje de Muhamad (PyB) se basa en una cosmología unitaria e igualitaria, cuyo centro es la interdependencia de todos los seres del universo. La lealtad a su mensaje igualitario  obliga a incorporar, en la primera fila de los “sabios”, a las mujeres musulmanas pensadoras, como Fátima Mernissi. Los hallazgos de esta[68] y otras investigadoras deberían obligar a corregir el discurso andocéntrico de los historiadores y ulemas musulmanes de hoy, para introducir una nueva perspectiva: la perspectiva de la mujer, que los estudiosos especializados llaman perspectiva de género. Sin embargo, sus investigaciones han sido rechazadas por un número importante entre los ulemas, por considerar que una mujer no puede corregir la plana a los hombres revestidos de autoridad. El atrevimiento le ha costado a ella y a otras musulmanas que la seguimos, salir de la “ortodoxia”; aunque lo que pide, y pedimos, es simplemente poner de manifiesto que la pretendida superioridad no es sino un conjunto de injustificados privilegios del varón, que no tienen  fundamento ni en el Corán, ni en la Sunnah, ni en la historia.

La empresa de una conversa que quiere encontrar su verdadera historia, no es una empresa ética, sino estética. No es una empresa científica sino clarificadora de búsqueda de claridad, de orden, de consecuencia. Trato de comprender, no de juzgar; y al expresarme ante vosotros trato de convencer, no de demostrar; trato de dialogar conmigo mísma ante vuestra presencia, no de “sentar cátedra”, pues yo he sido favorecida con la fe y la libertad para aceptar Islam y vivirlo como musulmana, y no puedo sino alegrarme y agradecer. He tenido el privilegio de abrir viejos y en apariencia cerrados caminos de Unidad para encontrar respuestas y todo ello como un regalo, sin que reconozca mérito alguno por mi parte. Lo que me empuja a estar aquí con vosotros esta tarde es el deseo de compartir unas preguntas profundas, que me han surgido, que han “advenido” a mí sin intención alguna, pero que me ha impelido a buscar su respuesta por la senda del buscador sin retorno: El “Sirat al-Mustaquim”. En el camino de esta senda he visto caer y derrumbarse sin remedio todos los DOGMAS que formaban el presupuesto, “la premisa mayor”, del silogismo inicial de nuestra cultura y de nuestra historia como españoles y como occidentales. Este dogma afirma que “nuestra identidad histórica implica la confesionalidad católica”. Ahora, después de quinientos años de monopolio católico y su empeño de erradicar toda seña de identidad musulmana en España,  vosotros, tetuanís, andaluces de Marruecos que fuisteis expulsados de vuestras casas y de vuestras tierras españolas por el solo hecho de ser musulmanes, vosotros los moriscos del norte de Africa, habéis conservado para nosotros, los conversos a Islam en España, los andalusíes del siglo XXI, una parte esencial de nuestra memoria histórica y de nuestra identidad como españoles y como andaluces. Habéis sabido conservar un recuerdo que pasa por reecontrarnos todos los años aquí, en esta bellísima y generosa ciudad de Tetuan que es el paradigma de ciudad morisca y andalusí: el recuerdo de que durante unos siglos, fuimos libres para elegir, tal como prescribe Islam, nuestra religión, y disfrutamos de unos Gobiernos que estaban obligados a proteger la libertad religiosa. Aquí en Tetuán nos encontramos las personas de las dos orillas que anhelamos la vuelta real y efectiva de esta diversidad y de esta pluralidad religiosa a nuestro Alándalus, las personas que anhelamos vivir ese perfume de libertad, el perfume que borre ese otro olor desagradable a la carne humana quemada por la Inquisición, o ese otro olor nauseabundo de monopolio religioso obligatorio, que todavía no se ha despejado del todo de España. Aquí  nos encontramos reunidas  personas que no podemos vivir sin libertad; esa  libertad que cuando te permite elegir tu propio Dios, tu propia forma de adorarlo, es la expresión  de nuestra identidad más profunda. Sinceramente os llevo en mi corazón. Muchas gracias por vuestra paciencia. Tetuán, 12 de Mayo de 2001.

 

Jadicha Candela.

 



[1]              “Al-Mar’a al-Yadida”, la mujer nueva, editado en El Cairo en 1929.

[2]              Op. cit. pág. 38.

[3]              Sura 2, ayat 256 del Corán. Trad. Muhamad Asad , Ed. Junta Islámica. Córdoba, 2000.

[4]              El Corán, op cit.  Nota pág. 57.

[5]              Mª Angeles Durán, “ A modo de Prólogo: Fragmentación y síntesis del sujeto”, pág. 13. Madrid.

[6]              Hasta que se promulgó la Ley Orgánica de Libertad Religiosa en 1982, que a su vez desarrolló el artículo 16 de la Constitución de 1978.

[7]              J. Mª Forneas,  “Elegías de tema femenino - La mujer musulmana en las épocas almoravid y almohade”, Universidad Autónoma de Madrid, 1989.

[8]              En España se prohibieron tale funciones a mujeres desde 1492 a 1978.

[9]              H.Peres, “Poésie andolouse…” dedica todo un capítulo de su magna obra a la libertad de la mujer (págs. 398-400).

[10]             Actas de las II Jornadas de cultura árabe e islámica. Madrid, 1989.

[11]             “Tahdid”  vol. XII, págs. 465-467.

[12]             Mª Luisa Avila, “Las mujeres sabias de Alandalus”. Págs. 138-184. Madrid.

[13]             Hemos querido llamar “Alcázar” a la sede del Jefe de Estado de la época: Emir, Califa, o Príncipe.

[14]             Pilar Coello, “Las actividades de las esclavas, según Ibn Butlan y Al Saqati de Málaga”, pág. 201.

[15]             J. Mª. Forneas, “Acerca de la mujer musulmana en las épocas almorávide y almohade”, pág. 77.

[16]             Ibn Hamz, “El collar de la paloma”, pág. 172.

[17]             H.Perès, “La poesie andalouse en arabe classique au XI siècle“, París 1953.

[18]             Manuela Marín, “Las mujeres de las clases sociales superiores de Al-andalus desde la conquista hasta finales del Califato de Córdoba”, pág. 130 Jornadas. Madrid 1989.

[19]             Op. cit. pág. 135.

[20]             Mikel de Epalza, "La mujer en el espacio urbano musulmán”, págs. 53-60. Madrid.

[21]             J. Mª Forneas, “Acerca de la mujer musulmana”, op.cit. pág. 177.

[22]             “Quiyan dawlat al murabitum shafa mursifa min tarij al Marib fil usul al wusta”, pág, 416. El Cairo, 1957.

[23]             “Al sir al Alandalusi fi ars al muwahhidin”,  pág. 57. Alejandría, 1979.

[24]             T.Garulo, “Sobre las poetisas de Alandalus”, pág. 197. Jornadas de investigación: Alandalus. Madrid, 1989.

[25]             “Al sir al Alandalusi fi ars al muwahhidin”, pág. 58. Alejandría, 1979.

[26]             Kulliyat, Escuela de Estudios Arabes de Granada.

[27]             Rafael Valencia, “Tres maestras sevillanas de la época del califato omeya”, pág. 187. Actas de las V Jornadas de investigación interdisciplinar. Madrid, 1989.

[28]             Op. cit. pág. 188.

[29]             Ibn Hamz, “El collar de la paloma”.

[30]             Ana Labarta, “La mujer morisca: sus actividades”. Madrid, 1989.

[31]             Barrios, “El Tribunal de la Inquisición en Andalucía”. Rodríguez Castillejo. Sevilla 1991.

[32]             Rafael Valencia,  “Tres maestras sevillanas de la época del Califato”, pág. 190. Actas de las V Jornadas de investigación interdisciplinar. Madrid, 1989.

[33]             Op. cit, pág. 189. 

[34]             Actas de los procesos de acusación del Tribunal del Santo Oficio de Valencia.

[35]             Manuela Marín, op. cit., pág. 111.

[36]             El Corán 2, 102; 16, 97; 33, 35. Traducción Muhamad Asad. Ed. Junta Islámica. Córdoba, 2000.

[37]       “Historia de la literatura árabe desde sus orígenes hasta finales del siglo XV después de Cristo.”

[38]             Rafael Valencia, “Presencia de las mujeres en la corte de Al Mutamid”, págs. 129-137. Madrid.

[39]             Emilio García Gómez, “El siglo XI en primera persona: Las memorias del Rey Zirí de Granada”. 1989.

[40]             “Sobre Galib y Almanzor”, págs. 449-452. Alcántara 1981.

[41]             Vallve, “Agricultura en Alandalus”, pág. 15. Tarsis.

[42]             Nafh I, página 266.

[43]             I. Goldziher, “Muslim studies II”. 1978.

[44]             Guichard, “Al Andalus”, pág. 172.

[45]             Guichard, “Al Andalus”, pág. 188.

[46]             Teresa Garulo, “ Sobre las poetisas de Alandalus” pág. 196 Jornadas de investigación.  Madrid, 1989.

[47]             T.Garulo cita a J.E.Bencheijh, en “Poetique arabe essai sur le voies d’une creation”. París, 1975.

[48]             Yarir, op. cit., nota 47.

[49]             Abu Ishaq de Elvira, “Diwan”, págs. 130-133. Trad. Emilio García Gómez. Madrid- Granada, 1944.

[50]             Abdel Salam Harras, “El Diwan de Abu Hayyan”, tesis doctoral presentada el 14 de junio de 1966, en la Universidad Complutense de Madrid,  forma parte del libro publicado en 1985. Poeta del  S.XIV, 1329 DC. o 736 Hégira.

[51]             También sentía gran afecto por su hija Nudar, a la que escribió "Nudar (el oro puro) acerca del consuelo de Nudar". (Cfr. Abdesalam Harras, op. cit).

[52]             J. Mª Forneas, op. cit. pág. 15.

[53]             Manuela Marín, op.cit. pág. 125.

[54]             Mª Angeles Durán. “A modo de prólogo”, op. cit. p. 13.

[55]             Mª Jesús Rubiera, “Oficios nobles y oficios viles”, pág. 71. Madrid, 1985.

[56]             Mª Jesús Rubiera, op.cit., pág. 76.

[57]             La primera fecha corresponde al decreto de expulsión de los moriscos. La segunda a una expulsión de Caravaca (Murcia) de una familia morisca, acogida a un privilegio local.

[58]             Ata ur-Rahim, “Historia del Genocidio de los musulmanes, cristianos unitarios y judíos en España”. Ed. Junta Islámica. Córdoba, 1993.

[59]             Kamen, “La inquisición española”. Crítica. 1985.

[60]             Carmen Barceló, “Mujeres campesinas mudéjares”, Madrid, 1989.

[61]             Mudéjares: musulmanas en tierras conquistadas de mayoría cristianas.

[62]             Carmen Barceló, op. cit. pág. 211.

[63]             Citado por García Ballester, “La historia de la medicina de los siglos XIII a XVI”. Madrid, 1976.

[64]             A. Labarta, op.cit. pág. 221.

[65]             A. Huici, “Traducción española de un manuscrito anónimo del siglo XIII sobre la cocina hispano-magrebí”, pág. 92. Valencia, 1966.

[66]             Ibn Jaldum, “Muqaddima”, pág. 100. México, 1977.

[67]             R. Pescador, “La vida de los moriscos”. AlifLam, revista de difusión islámica. Córdoba 1992.

[68]             Fatima Mernissi, "El Harén político". Eds. del Oriente y del Mediterráneo.  Madrid, 1999.