La ecografía

 

 

 

 

Omar Ribelles

 

 

No son lo mismo día y noche, los vivos que los muertos. En el sura Kafirun (109), entre otros, lo ves. Terminante eso del Lakum dinukum ua lia din al final. Pero, en algunas cosillas, pienso, los humanoides, todos, nos parecemos. Y yo pienso que, de tejas para abajo, eso les pasa a casi todos los tíos delante de la pantalla de la ecografía esa cuando tratan de sexar al feto de la pantalla, que se parecen. A mi me pasó con lo de mi primer hijo. Va y la médico me canta que era niño y yo, calla que te calla, contentísimo con eso de tener, de entrada, a la primera, un varón. Vamos, que confieso que me sentí triunfador marcado por la buena suerte y mejor destino. El contrapunto, la sombra, me vino con el mashAllâh: mi primer hijo varón murió unos días antes del parto y la siguiente ecografía dio niña. Anduve yo un tanto mosca hasta que, asombrado, te das cuenta de que las niñas te enganchan desde el primer instante, cuando las ves como se arrancan con la primera respiración. Una experiencia real de las que no lees en libros ni en periódicos. Tampoco te la cuenta nadie. Silencio, todos callan, al menos, al respecto, yo no oigo nada de nada. Es posible que no me entere.

 

Como musulmán entendí desde el principio al Profeta cuando, apoyado además en las primeras revelaciones del Coran, conmina sin contemplaciones, insolente, contra la acostumbrada e impune matanza de niñas por parte de sus respectivos padres en el momento del nacimiento. Con más sentido común y humanidad, las madres se marchaban a parir al desierto en cuanto podían para evitar el asesinato selectivo de hembras. Todo en el Islam, para todos, siempre, tiene sentido y esto de la prohibición del asesinato de niñas, hoy, por lo de las resultas de la silenciosa ecografía, mucho más. Decídselo a las gentes cuando se les ocurra deciros que el Islam está anticuadito, pedidles que miren en su ordenamiento jurídico, el que sea, por una prohibición tan clara y explícita, sin escapatorias, como la expresa el Islam. En todos los lados se cuecen estas malditas habas y no solamente en Asia donde están al loro que da susto.

 

Estaba yo quitándome estas últimas navidades por China y te das cuenta, los ves por la calle, lo de la familia de tres miembros: papa, mama y niño. Eso, niño, varón. Al principio casi no te lo crees, después te obsesionas y por último no te queda duda: con sus papás por la calle yo, sin más, conté más niños que niñas. Mi hija, muy sensible no me quería aceptar los comentarios y saltaba de alegría cuando veía niña con padres. Apabullantes las estadísticas oficiales con lo de los chicos en mayoría, ahora, el otro día, el Gobierno chino dice al personal que va a controlar el asunto porque la demografía les ha metido el susto: nacen demasiadas pocas niñas, han conseguido invertir la tendencia natural. Los indios con eso de la dote abundante, elástica, indefinida, obligatoria a favor del varón son hasta peor con las hembras en la pantalla de la ecografía. Los de Palencia, Detroit y Varsovia no son para menos aunque se lo disimulen bien y yo no tenga en mi mano las estadísticas para espetárselo. No es para broma lo que digo.