LA MUJER ESPAÑOLA MUSULMANA Y LA MUJER MARROQUI INMIGRANTE EN ESPAÑA

 

 

          INTRODUCCIÓN.

 

        Cuando Muhamed Chakor me propuso participar en estas Jornadas de estudio y reflexión sobre él dialogo y la convivencia entre España y Marruecos, acepté con mucha alegría por la posibilidad de reencontrarme con antepasados andalusíes que han permanecido fieles a las costumbres que practicaban en Al Alandalus, reunidos para potenciar y mejorar las relaciones con españoles que admiramos y estamos interesados en Islam. Además, se une a la alegría el agradecimiento a los organizadores por brindarme una ocasión como la que estamos viviendo los participantes, que me posibilita conocer las inquietudes y proyectos de un colectivo del que me siento parte desde 1979, fecha en la que, junto con un reducido numero de hombres y mujeres españoles, acepté que el Islam era mi religión y la de mis antepasados y decidí luchar para que así se reconociera en nuestra jovencisima Constitución.

En aquella época, Islam había sido borrado casi totalmente de la cultura y de la conciencia de los españoles, después de cinco siglos de persecuciones a sangre y fuego de los musulmanes y de destrucción sistemática de todo vestigio islámico. En la enseñanza y en la cultura oficial, Islam se presentaba como una invasión de extranjeros (árabes) que, después de la gloriosa “Reconquista”, fueron expulsados de nuestra “por siempre católica España”. Esta postura fue potenciada de forma totalitaria por la política del dictador Francisco Franco, que llamaba a su rebelión  contra la legitima Segunda República “La Gloriosa Cruzada”, dotando así a su golpe de Estado de tintes religiosos y de raíces históricas. Así, la identidad histórica de España, se cifró durante la dictadura, en “la Reconquista” y en la posterior expulsión de los musulmanes (llamados, hasta hace unas décadas con el apodo despectivo “moros” en cualquier referencia popular u oficial) y de los judíos. Aliada incondicional de la dictadura fué, durante los cuarenta años de su duración, la Iglesia Católica, que disponía de un monopolio férreo sobre la conciencia de todos los españoles y que impuso también una más férrea, si cabe, dictadura religiosa, refrendada por los pactos internacionales (Concordato Iglesia –Estado) que obligaban al Estado español a incluir un representante católico en cada una de las manifestaciones políticas, legales, sociales y culturales, además de concederles el monopolio de la enseñanza y los medios de comunicación.

La situación que he descrito fué una constante histórica  desde las Capitulaciones de Santa Fé, realizadas entre el rey Boabdil y los reyes Isabel y Fernando en el siglo XV, pasando por todas las Constituciones españolas del siglo XIX hasta todos los regímenes políticos que ha tenido España en el siglo XX. Durante todos estos siglos el Estado español ha proclamado su confesionalidad católica. Esto quiere decir que (con un brevisimo intervalo de tres años durante la segunda república) desde hace quinientos años nunca ha existido la libertad religiosa en España. Por ello, era fundamental para los nuevos musulmanes españoles que se promulgara una ley de libertad religiosa que, junto a las recién estrenadas libertades políticas, diera una verdadera dimensión de libertad a la democracia que nacía de la Constitución de 1978. Era indispensable esa dimensión sin la cual las otras libertades políticas y civiles quedaban en entredicho. La ley de libertad religiosa se promulgó en 1982, pero su desarrollo no tuvo lugar sino muy lentamente, hasta 1992, fecha en que fué reconocido el Islam como religión de notable arraigo en España y suscritos los Acuerdos de Cooperación entre las distintas asociaciones musulmanas en España, y el Estado español.

        Este breve y superficial esbozo de la situación del Islam en España dibuja el panorama en el cual nos encontrábamos los pocos españoles que aceptamos Islam en la década de los años 70 que, como vemos, no podía ser más desolador y hostil a la religión musulmana. Para una española de veinticinco años que aceptaba Islam en esa época, la decisión fué como si se hubiera exiliado a una tierra extraña y desde esa perspectiva, quiero exponer en estas jornadas cómo se siente una conversa entre conciudadanos hostiles a su creencia, que la convierten en extranjera entre su propia familia y sus propios vecinos, y comparar esos sentimientos con las sensaciones de una mujer magrebi, que emigra a un país que desconoce y teme sus costumbres y su religión, pues ambos casos son como las dos caras de una misma moneda, o bien como un tren de ida y vuelta desde el Kufur a Islam y desde Islam a Kufur.

Se trata de un vistazo a una emigración espiritual que sucede en el mundo interno de la mujer, tanto de la que acepta un credo minoritario y extraño a su cultura, como de la mujer debe conservar sus creencias de origen y hacerlas compatibles con una sociedad que no las conoce o las rechaza.

 

          LA MUJER INMIGRANTE MARROQUI EN ESPAÑA.

 

                En la mitad de la década de los años 80, cuando empieza a detectarse la presencia de mujeres marroquíes en España, los estudios y artículos, junto a las charlas y debates sobre la situación de la mujer musulmana en España, empiezan a proliferar, asistiendo a una verdadera explosión de los mismos a partir de los años 1991 y 1992 fecha, en la que se terminan los procesos de regularización de inmigrantes ilegales por el Ministerio del Interior español.

Todos estos estudios, que se caracterizan por una relación sucesiva de cifras porcentuales sobre casos muy limitados, no reflejan ni siquiera de cerca la realidad y han ocasionado que los investigadores lleguen a una serie de conclusiones erróneas acerca del perfil de la emigrante marroquí, a la que se dibuja como una mujer joven, soltera o divorciada, procedente de los suburbios de ciudades marroquíes, con anteriores trabajos medios-bajos no regulares, con niveles de estudios deficientes, y a la que se nos presenta como huyendo de su condición de musulmana. En este sentido, en el trabajo de la antropóloga social de la Universidad Autónoma de Madrid Mª Angeles Ramirez se dice:  “(...) en el caso de los colectivos femeninos sudamericanos y filipinos, lo determinante parece ser el hecho de la inmigración. Para el colectivo de marroquíes emigrantes lo fundamental parece ser el hecho de ser musulmanas. Esto no ocurre sólo en la opinión publica, sino que se da entre la élite intelectual que escribe en los periódicos y se dice conocedora de la realidad(...)”.“(...)Todas las personas que tienen contacto con las mujeres magrebies adolecen de un defecto parecido, que en principio les lleva a interesarse por el tema en concreto para a continuación pasar a la estigmatización del objeto de estudio. Esto y no otra cosa puede ayudar a explicar el hecho de que entre los investigadores interesados, las magrebies copan las preferencias. La situación de las mujeres orientales, en particular, atrae insistentemente las miradas. Miradas parciales sobre el mundo oriental que han contribuido a oscurecerlo aun más. Los harenes y las noches desérticas bajo la jaima han sido sustituidos por una imagen de mujeres reprimidas, maltratadas y resignadas, uniendo supuestamente a lo desagradable de su situación el convencimiento de que se trata de un anacronismo (el Islam) del que ellas y solo ellas son víctimas. En esa óptica se contempla la emigración al extranjero de las mujeres como un intento de liberación (...)”(1).

Como señala esta autora, los investigadores especializados suponen que el problema de las mujeres marroquíes en España no es sólo el de ser emigrantes, sino el de ser musulmanas. Es decir, sus problemas no van en el sentido de que puedan perder el trabajo y no renovarles el permiso de residencia, o que no hablen correctamente la lengua española, sino que lo constituye el hecho de que algunas llevan velo y el hecho de que sus maridos pueden casarse a la vez con otras mujeres. Para un gran porcentaje de los estudiosos españoles, la emigración de las mujeres musulmanas solas es una liberación, y conduce, necesariamente, a la emancipación fuera del control social y familiar. Ahora, la mujer marroquí decidirá por si misma, y crecerá como persona, puesto que se contagiará de los valores y de las libertades occidentales, se dicen, pero sus argumentos coinciden, curiosamente, con las criticas de los integristas que se oponen a la salida de las mujeres de sus casas y que se oponen a que las mujeres puedan viajar solas, pues están expuestas a cambiar mimetizando las costumbres del país de destino.

Para estos especialistas, parece que las mujeres marroquíes actúan de una manera impuesta y coactiva, y que cuando llegan a España adoptan la forma “normal”. Estas tesis etnocéntricas que niegan su identidad propia de musulmanas a las mujeres inmigrantes son infundadas y suponen un gran desconocimiento de la realidad islámica.

Lo verdaderamente interesante como objeto de estudio seria ver qué ocurre con las mujeres marroquíes inmigrantes cuando salen de su país ¿ Es el Islam verdaderamente el factor que estructura sus vidas? ¿ Hasta qué punto el Islam les proporciona respuestas a cualquier situación? ¿Por qué pensamos que en Marruecos no cambian, y que sólo cambian cuando llegan a España y se relacionan con una sociedad- la española- que proporciona “tan alta estima” a la mujer? Podemos contestar a estos interrogantes diciendo que la emigración no se concibe por las mujeres marroquíes como una manera de liberarse y alejarse de una sociedad en la que se sienten oprimidas, más bien al contrario, las mujeres marroquíes que han emigrado a España no conciben una ruptura con su familia  y con su sociedad, sino que estrechan sus relaciones con la familia que quedó en Marruecos, y con los marroquíes que residen en España, aunque son conscientes de que no los necesitan como protección, y les preocupa mucho que alguien de su ciudad de origen pueda pensar que están olvidando lo que es aceptado como correcto en Marruecos. Un aspecto de la emigración de la mujer marroquí, que me llama especialmente la atención, es la salida. ¿ Por qué las mujeres marroquíes, tradicionalmente unidas al hombre, ahora emigran solas? Tradicionalmente los emigrantes marroquíes han sido los hombres. Las mujeres se quedaban en el lugar de origen, pero ahora la mujer puede ser más rentable en el país de emigración que en el de origen, sin perder el prestigio social. Actualmente a la familia marroquí, con un poder adquisitivo más que mermado, empieza a pesarle la carga de hijas, a las que sin embargo no quieren enviar a servir ni a trabajar en fabricas, pues esto mermaría las posibilidades de una buena boda. Aunque la propuesta de la emigración por parte de la joven puede resultar molesta para los padres, la perspectiva de una inmediata mejora económica, e incluso un aumento del estatus familiar, por el prestigio que da un miembro emigrante, es suficientemente tentadora como para que los perjuicios acerca de lo que en Europa hace la chica den paso a una complacencia que acrecienta el disfrute de los beneficios. Muchas veces, incluso, es una decisión más familiar que personal. Una vez que la emigrante reside en España, todo su anhelo es enviar lo máximo a su familia, en forma de enseres, dinero, o de la forma en que se haga mas patente que a la chica le va bien en España. El mantenimiento frente a su familia de un comportamiento adecuado preocupa más a las mujeres emigrantes que a los hombres. Este comportamiento, atípico en las mujeres marroquíes, pues nunca han tenido la obligación de sostener a la familia, puede deberse a dos factores: en primer lugar, por considerarlo una forma de resarcir a su familia, y en segundo lugar, por el factor psicológico de verse a ellas mismas” ganando el pan” de toda su familia en un país que las ha excluido del mercado de trabajo para recluirlas en casa. Durante su vida en España se dirigen a llevar el modelo de vida que sus padres querrían para ellas, estableciendo vínculos entre los marroquíes emigrantes como los que tenían en Marruecos, reproduciendo, en la medida de lo posible, relaciones con hombres marroquíes que se desarrollan de forma muy similar a la que tendrían en Marruecos, y sujetándose  al control sobre ellas que se ejercería allí.

 De lo que hemos expuesto podemos deducir que no es la conciencia de represión lo que obliga a las mujeres marroquíes a emigrar, pues esa conciencia es “ prestada por los analistas españoles”, que así valoran nuestra sociedad de forma mas positiva. Es más bien una imagen que se proyecta por los investigadores y asistentes sociales de España, ya que las emigrantes marroquíes no son intelectuales que buscan la libertad de pensamiento. La experiencia de un exilio forzoso por motivos económicos es tan traumática, que puede ser una frivolidad considerarla una posible vía para un cambio progresivo hacia la modernidad, tal como la plantean algunas pseudo intelectuales españolas. -

En otro orden de cosas, no hay que olvidar que las mujeres magrebies han luchado duramente por conseguir la igualdad con los hombres, y han cuestionado incluso las leyes que las discriminan, como la Mudawwana, denunciada por todos los movimientos feministas del Magreb desde los años ochenta (2). Su contestación política fue ejercida con riesgos para su seguridad social y física. La lucha de las mujeres musulmanas por sus derechos, asumiendo riesgos graves tanto colectivos como individuales, ha sido vivida con gran intensidad, y nos induce a hacer balance de los logros europeos en el ámbito de los derechos de la mujer. Como señala Zakya Daoud, “ las feministas han logrado, que la cuestión femenina sea ineludible, y ocupe un lugar en el espacio político. Han provocado un debate en el interior del Islam y un debate entre el Islam y el Estado moderno. Las cuestiones que plantean se convierten en centro del debate sobre la visión del Derecho y del Estado de Derecho” (3) .

Las mujeres del Magreb representan un verdadero reto para su sociedad y para occidente, pues cabria preguntarse si existe un vínculo entre estas mujeres fuera del denominador común que es el Islam  y cabe preguntarnos, entre las occidentales, si acaso existe un modelo único de emancipación femenina, un “molde de mujer emancipada”, confeccionado en Europa que se pueda imponer a las mujeres musulmanas como una simple calcomanía. También hay que cuestionarse qué es la modernidad y qué es la emancipación. La emancipación y la modernidad remiten a una idea de identidad nacional y personal, así como al control individual del propio universo. Las mujeres marroquíes que emigran a España se encuentran dividas entre la tradición y la modernidad, se enfrentan a dificultades y a la mirada de la familia y la sociedad de origen, precisamente por una convivencia esquizofrénica entre el inmovilismo y la necesidad de cambio que exige su nueva situación,y que induce a algunas mujeres a dudar de sí mismas y de su capacidad para vivir plenamente su individualidad

La reacción de la mujer marroquí emigrante en España, puede revestir la forma de decepción de las ventajas que ofrece la sociedad española, donde se sabe condenada a un puesto inferior, y a una falta de aceptación de sus costumbres y de su raza. Y sin embargo, esta sociedad les exige un trabajo agotador para hacer frente por sí mismas a todos los gastos e inconvenientes de la sociedad de consumo. En este caso, la reacción consiste en un encierro en ellas mismas y produce una frustración política, económica y cultural. También he observado entre las muchas mujeres marroquíes emigrantes en Madrid que conozco, otra reacción que básicamente les lleva a una defensa encarnizada de sus derechos individuales, culturales y jurídicos, a través de la vida política o asociativa. En este contexto, el papel del Islam actúa como conciencia de propia identidad y como fundamento de sus actos. Islam se vuelve más relevante para ellas, hasta el punto de que las mujeres musulmanas residentes en Madrid que conozco, vuelven a retomar las practicas islámicas, antes quizá más relajadas, considerando su obligación el explicar, y a veces convencer para la aceptación de sus creencias, a sus parejas españolas. En algunos casos, el hecho de verse en la obligación de abandonar sus vestidos y sus velos, que en Marruecos constituyen sus señas de identidad, hace que las musulmanas se aferren aun más al Islam, y tomen estos cambios como meras estrategias de supervivencia en un ambiente hostil. Pero ese hecho, paradójicamente, hace que asuman una dimensión más profunda del Islam, (descubren por ejemplo que el Islam es algo mas que un trapo en la cabeza) y, como mecanismo compensatorio, dedican el poco tiempo que les queda libre en los fines de semana, a veces en detrimento del ocio o el descanso, a estudiar los fundamentos de su religión para contestar a las múltiples preguntas que les hacen las mujeres españolas, o también a estudiar árabe clásico, e incluso algunas de ellas colaboran en la enseñanza del Islam a otras mujeres y a niños, en los centros islámicos de la ciudad.

En resumen, las mujeres musulmanas que se ven obligadas a emigrar a España, pronto se dan cuenta de que el Islam es su identidad, y se vuelcan en reforzar sus vínculos y su conocimiento del mismo Depurándolo de supersticiones y costumbres, llegan a militar en su expansión entre sus posibles parejas y entre otras mujeres españolas, y se sienten orgullosas del papel que pueden desempeñar como creyentes en una sociedad materialista.

       

        Como respuesta a los interrogantes antes formulados, veamos que ha hecho la comunidad internacional, sobre todo la Unión Europea, por comprender y difundir una imagen del Islam como factor de la tan cacareada integración de los millones de ciudadanos musulmanes que pertenecen a la Unión, o que residen en alguno de los países miembros. Sobre todo, en el aspecto que se refiere a las mujeres musulmanas y a las libertades civiles y políticas, cuya defensa es la bandera mas reputada de Occidente.

En un documento de trabajo, realizado en septiembre de 1995 por Adrea Subhan para el Parlamento Europeo denominado “ La mujer en el Islam”, se recogen nueve resoluciones del Parlamento Europeo sobre diversos temas, como por ejemplo, la Resolución sobre las agresiones a la mujer, aprobada en 1986, la Resolución sobre la violación de los derechos humanos en Irán, de 1994, y en apoyo de las mujeres argelinas de 1995, junto a otras resoluciones que tratan respectivamente de las relaciones de la Comunidad Europea y el Magreb, y del crecimiento del integrismo islámico en los países de la orilla sur del mar Mediterráneo, ambas de 1993. En ellas la Unión expresa por un lado, duras opiniones sobre la discriminación y la violencia de que son objeto las mujeres musulmanas, criticando abiertamente los regímenes islámicos y demonizando el integrismo como peligro para las libertades individuales y por otro lado, “ Afirma la interdependencia de las culturas y que ninguna de ellas dispone de características que se puedan imponer a otras, tanto en las relaciones euromagrebíes, como en el interior de cada país del Magreb” (4).

        Ante esta flagrante contradicción, hay que decir que el Islam, amén de ser un desconocido en la Unión, se ha utilizado como arma arrojadiza por los opulentos países europeos, en vez de utilizarlo como vehiculo de integración cultural para los millones de ciudadanos europeos que se declaran musulmanes, cuya identidad religiosa hay que fomentar y respetar como elemento de integración en la diversidad sostenible.

Es decepcionante la cortedad de miras de la Unión respecto a los derechos de los musulmanes europeos, en comparación con sus preocupaciones políticas por defender las agresiones de los regímenes islámicos contra los derechos humanos, y en especial contra las mujeres. Todas sus declaraciones de tolerancia y comprensión acerca de la cultura islámica, los proyectos que implican instituciones, o medios para la implantación y para hacer efectivo el derecho a una propia creencia, quedan reducidos a huecas soflamas sin ningún resultado en la práctica.

El preámbulo del Convenio de Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres afirma que “ El desarrollo total y completo de un país, el bienestar del mundo y la causa de la paz requieren la participación máxima de las mujeres en igualdad de condiciones que los hombres en todos los campos”. Sin embargo, han transcurrido dos décadas desde la primera iniciativa de Naciones Unidas para promocionar una plataforma internacional de acción para el desarrollo y el progreso de las mujeres, y aún hoy en día seguimos hablando de desigualdades, de discriminación, de injusticias, de violencia así como de otros abusos cometidos contra las mujeres. A nivel europeo, la Recomendación 1162 (1991) de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, y la Directiva 465/1991 del Consejo de Europa sobre la contribución de la cultura islámica a la cultura europea, reconocen tímidamente la importancia del Islam, y fomentan la eliminación de todas las formas de racismo y xenofobia (Resolución del Parlamento Europeo de 9 de Mayo de 1996 sobre la comunicación de la Comisión). Mas recientemente, la Unión Europa reconoció, entre otros importantes aspectos, que las culturas islámicas y occidental se han enriquecido mutuamente, por sus influencias recíprocas. La importancia de reforzar el conocimiento recíproco de las culturas y de las civilizaciones en el seno de la sociedad mediterránea, se sostiene en el marco de cooperación euromediterranea, establecida en Barcelona en noviembre de 1995, y en Malta, en abril de 1997, mediante la promoción de intercambios culturales, y el aprendizaje de las lenguas, así como a través del encuentro entre representantes de las diferentes religiones, a fin de facilitar el respeto recíproco y la cooperación. En este contexto, se ha resaltado que la aplicación de acciones comunitarias a favor de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres reforzaría el papel fundamental que desempeñan las mujeres como factor de integración, y ello sobre todo en los sectores de la vida privada y de la vida pública, donde los participantes de la Conferencia de Barcelona señalaron el papel clave de las mujeres en el desarrollo de la región mediterránea, y se comprometieron a promover su participación activa, y en igualdad de condiciones, en la vida económica y social, y en la creación de empleo. En el debate de la reciente Resolución del Parlamento Europeo A4-o167/98, aprobada el 16 de septiembre de 1998, sobre el Islam y la Jornada Europea Averroes, la eurodiputada Heidi Hautala señaló que las mujeres musulmanas se encuentran en una posición muy vulnerable, social y económicamente, en la Unión, e instó a la Comisión y a los Estados miembros a prestarle especial atención, para que pudieran participar activamente en las estructuras de la UE. A raíz de esta resolución, el Parlamento Europeo pide a los Estados miembros de la UE que faciliten la expresión de las comunidades islámicas en los medios públicos de comunicación, en las mismas condiciones que las demás confesiones religiosas y en el mismo marco de respeto de los principios democráticos de tolerancia mutua, también se les pide  que favorezcan la formación profesional y científica de los imames y otros dirigentes religiosos en Europa, que estudien la posibilidad de poner a disposición de la población musulmana lugares e instalaciones apropiados para sus ritos religiosos y funerarios, que, faciliten el aprendizaje del árabe como lengua viva, y que fomenten eficazmente la investigación realizada y la educación dispensada en las universidades europeas sobre los aspectos culturales, históricos, políticos y sociales del Islam. Debo señalar que esta Directiva, aprobada solo hace unos meses, no impone ninguna obligación a los Estados miembros de la Unión,sino que se limita a solicitar “amablemente” a los Estados, un comportamiento que no ignore totalmente a los musulmanes. Y esto sucede en este mismo año,cuando las recomendaciones que se recogen en la Directiva debian estar superadas hace décadas. Por eso, no es de extrañar que la mujer creyente musulmana europea o emigrante, vea con aprensión como sus derechos a practicar su propia creencia y a fomentar el estudio de su religión y su cultura, no son efectivos dentro de la Unión Europea, antes bien, se observa como en los medios de comunicación, y en las instancias oficiales, se desconfía del Islam y de los musulmanes, que son relegados a una ciudadanía de segundo orden, e invitados permanentemente a rechazar su propia identidad. ¿ Como entonces, podremos integrarnos los musulmanes en las estructuras económicas, sociales y políticas de la Unión que nos ignora y nos rechaza? ¿Y cómo puede mantenerse el papel defensor de los derechos y libertades de que hace gala la Unión? La Comunidad Europea debe sentirse responsable de la falta de conocimiento del Islam de los ciudadanos de la Unión y de la imposibilidad de integración de las emigrantes musulmanas, y debe cambiar radicalmente la política seguida hasta ahora acerca del Islam y de los musulmanes, si quiere ser reconocida como defensora de los derechos humanos y si quiere construir la Europa integradora y tolerante que proclaman sus resoluciones. No culpemos a los integrismos de todos los males de los países del Magreb, porque cuando no hay posibilidad de dialogo entre dos partes, una de ellas, la más tolerante, debe cambiar sus posicionamientos y sus perspectivas, para lograr así que el territorio de la Unión sea, verdaderamente, una tierra de acogida y de tolerancia, que integre las tres culturas de la ribera del Mediterráneo.

 

          LA MUJER ESPAÑOLA MUSULMANA.

 

        Si en la primera parte de mi exposición he relatado la situación y las reacciones de la mujer marroquí que emigra a España, con matices jurídicos y sociales, en mi condición de jurista, en mi condición de escritora, quiero exponer, en esta segunda parte, mis sentimientos desde el momento que acepté Islam, con un matiz poético, para lo cual he jalonado mi experiencia en tres hitos muy diferenciados

        El primero se refiere al descubrimiento del Dios Único y a la aceptación y manifestación de la fé o Shajada, y empieza con un poema, inspirado en el Corán, que dice:

        ¿ Y dirán que esta loca

        solo porque afirma

        que adora a un solo Dios

        Y porque afirma que sigue a Su enviado?

        ¿Es que no razonáis?

        Espera.

        Nosotros esperamos contigo.

 

Este poema, forma parte del libro “ Las perlas cultivadas” del que soy autora, y expresa la soledad y la incomprensión que siguió a mi manifestación de fé musulmana. El hecho interior que produce esta declaración se produce cuando “ ves “ a Dios, cuando Dios se te revela. Cuando por un misterio que solo es susceptible de interpretación simbólica, el núcleo de identidad del yo experimenta su mismidad como transcendente. Cuando, por ese misterio, acaeció que me experimenté ante lo divino, acepté sinceramente seguir lo que aquel encuentro reveló para mí: mi esencia como creyente, sujeta a un orden de conciencia superior, que conocía todas las claves de lo que podría llegar a ser, de lo que realmente era.

        Mi experiencia de Dios me hizo buscar una forma de actuación externa, que fuera idónea para desarrollar la visión de mí misma. Entonces, Allah, ensalzado sea, me reveló la vía del autoconocimiento, como la más adecuada para llegar a cumplir mi diseño en la forma externa. Tal vía, tradicional de mis remotos antepasados, es el Islam. El Islam, es el reconocimiento de un único principio de conciencia, que los árabes llaman Él, y yo, que no conozco otro nombre, nombro como Allah, ensalzado sea.

Así es para mí el principio de aceptación: el hombre, el alma humana y el cuerpo humano, pueden autoconocerse y colaborar en su propia evolución, concordando con los planes generales de la creación. Y también que ese proceso de auto-transformación ha tenido un artífice para llevarlo a la practica, que es el profeta Muhamed (las bendiciones sobre él). Este, es el segundo paso de la aceptación, Shajada, que consiste en tomar esa experiencia como modelo y realizar su adaptación personal al creyente individualizado y concreto, a través de la vida en común. Para seguir este pacto de creyente musulmana, he tenido que hacer frente a los fallos y errores políticos que ha sufrido la transmisión del mensaje y la transmisión del modelo práctico que nos dejo el Mensajero. ( las bendiciones sobre él)

        El segundo hito es la puerta por la que llegue a Islam, que fue el Sufismo.

        La puerta primera que atravesé en la búsqueda de estos datos, vitales para mí, fue la del Sufismo. Los sufíes, según me transmitieron, constituyen la élite entre los buscadores de la verdad, y están integrados en tariqas u órdenes religiosas musulmanas, que forman la vía heterodoxa del Islam. Me enseñaron que la tradición sufí está basada en la entrega ferviente y sin reservas, del adepto a su  autoconocimiento integral, corporal, afectivo y espiritual, y a la práctica de los parámetros personales, descubiertos a través de la ley externa, o shari’a. Esta ley externa está contenida en el Corán. Fui instruida acerca de que el Corán es una tradición oral, que contiene el mensaje, o contenido del pacto entre el Dios y el creyente musulmán. Y también fuí instruida acerca de que el Sufismo es, en realidad, una puerta hacia Islam, accesible a todos aquellos que están intelectualmente cualificados (gente que razona). Si hay beneficios  reservados a una élite, ello es resultado de un método de enseñanza que se distribuye según las capacidades de asimilación reales de cada uno de los adeptos.

        Su calificación de vía esotérica del Islam debería entenderse como de verdaderamente iniciática , pues exige la involucración personal y práctica del aprendiz. Este método de enseñanza difiere profundamente, en todas sus modalidades, de la instrucción profana o enseñanza ortodoxa actual, basada en instrucciones generales y abstractas, que no necesitan la individuación práctica para su transmisión. Por ello, el Islam realiza la transmisión oral de sus textos, a pesar de conservarlos por escrito, por razones muy profundas, puesto que no sólo se tienen que transmitir palabras sino que, ante todo, el método islámico asegura la participación efectiva de cada individuo en la tradición, ya que el objeto del mensaje es la realización de sí mismo, y la consciente participación voluntaria en su proceso de autorealización.

        El tercer hito ha sido el compromiso de realizar el Din. El Din, o pacto del creyente con su Dios, requiere la libertad que otorga la opción con conocimiento. Por ello el Corán comunica claramente los términos del pacto que se realiza: El creyente se ha de entregar a sí mismo con su vida y con su hacienda, y ese pacto es solo real si es libre y renovable como tal, día a día, en actos exteriores de conducta cotidiana, y otros actos de adoración. Todo ello constituyen las obligaciones que componen la Shari’a, o ley externa del Islam, que el creyente va construyendo, a través de actos individuales, como ley general siguiendo el método inductivo. Las obligaciones que asumí como creyente se resumen en los cinco pilares, y la base para su realización es la voluntad libre y renovada diariamente como creyente. En esta dimensión individual del Din radica la máxima protección que otorga el Islam a la creyente, y también en esta dimensión radica su mayor flaqueza, pues la creyente pudiera actuar por imitación del prolijo sistema legal, que actualmente se denomina Shari’a, entre los musulmanes. Tal sistema, anquilosado y podrido de clerecía en algunos sectores, impide la evolución libre del creyente, la obediencia al mandato de Allah, Su nombre sea alabado, que llama una y otra vez a la libertad. Este sistema, además, incluye una interpretación que a veces, a lo largo de la historia, ha consagrado máximas falsas que jamás han sido objetivamente válidas, al no estar recogidas en el Corán, y que imponen a la creyente una carga que no es legitima, en ningún modo, desde el pacto individual.

        Para los ojos puros de una creyente, el Corán y su pacto están claros como el agua. Por eso, el profeta Muhamed (las bendiciones sobre él) no instituyó clero intermediario entre los creyentes y su Señor. En efecto, cuando Dios se propone comunicar Su conocimiento, ilumina nuestra razón y no busca confundirla ni sorprenderla, pues el objeto de Su pacto con los creyentes, es que el hombre y la mujer progresen en su conocimiento del Dios, a través del autoconocimiento, siendo el progreso en ese campo el crecimiento y la evolución de cada individuo, según su clase y naturaleza.

        Cuando, a través de estos años, he sentido soledad o extrañamiento a causa de mi fé musulmana, viene a mi memoria, como un bálsamo, este pensamiento: “ Hubo creyentes que se mantuvieron fieles a la alianza concertada con el Dios. Algunos de ellos dieron ya su vida; otros esperan aún sin mudar de actitud. Para que el Dios retribuya a los sinceros, por su sinceridad ,y castigue a los hipócritas, si quiere, o se vuelva a ellos. El Dios es el Clemente, el Misericordioso”

Para terminar, quiero recitar un poema que me inspiró mi fé, se llama IMAN y dice así:

       

 

Hay algo más fuerte que el Amor,

        Más poderoso que el Poder.

        Hay algo más duradero que el Tiempo.

        Hay algo mas dulce que la Hermandad

        Más tierno que la Amistad

        Más profundo que él Yo y él Tú

        Eso es Imán.

 

 

Tetuán a 24 de octubre de 1998

Fdo. Jadicha Candela Castillo

 

Notas

“Las inmigrantes marroquíes en España. Emigración y emancipación”, del libro “Mujeres, Democracia y Desarrollo en el Magreb”. Editorial Pablo Iglesias. Junio de 1995, páginas 143 y ss.

F. Zahra Tamouh, “Democracia en femenino. De la democracia política a la democracia familiar en Marruecos” Madrid, 1995. (La autora es profesora de historia de la universidad de Rabat y miembro de la Unión de L’Action Femenine).

Zakya Daoud, del libro “ Feminisme y politique au Magreb; soixante ans de lutte”, ed. Maisonneuve et Lorese, 1993.

Genevieve Delauno, “La mujer en el Islam. La situación de la mujer musulmana en los países mediterráneos del oriente próximo y medio y del Magreb.” Publicaciones de la Dirección General de Estudios del Parlamento Europeo, 9-1996.