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Mis Dilemas con Islam :Irshad Manji "

Cualquier iniciativa de 'reforma' que evite introducir la duda confirmará al islam como la religión no sólo para los de corazón duro, sino también para los de corazón débil, aquellos que ni tienen agallas para cuestionar nada ni lugares desde donde hacerlo".
CARLOS ÁLVARO ROLDÁN

Es decir, dudar de todo comenzando por los preceptos religiosos convertidos en ley a partir de rígidas interpretaciones interesadas, y reformar el islam "hacia adelante", de cara al futuro y en beneficio de los más de 1.000 millones de fieles musulmanes distribuidos por este vasto planeta.

Ésta es la valiente y polémica propuesta de la periodista canadiense Irshad Manji, de origen ugandés y credo musulmán, en su libro 'Mis dilemas con el islam' ('The trouble with islam', publicado en España por la editorial Maeva).

Una larga carta a sus correligionarios de confesión que está levantando ampollas necesarias entre aquellos que defienden esta religión como un monolito de roca indestructible y sin posibilidades de discusión. Es decir, los paladines de lo que ella llama "el islam del desierto".

En una obra bien documentada y de construcción convincente en favor de la tolerancia y la honestidad entre y con los suyos, la periodista-escritora cae en algunos escasos momentos en ingenuidades sonrojantes -admitámoslo, a pesar de que el hilo de las ideas no queda desvirtuado- al adoptar ese tono didáctico tópico y facilón de ciertos autores norteamericanos.

Asimismo, esta lesbiana confesa se llama a sí misma "refusenik musulmana" (adopta la palabra de los judíos soviéticos que defendían la libertad religiosa y personal), no porque niegue su fe, sino porque rechaza unirse "a un ejército de autómatas en nombre de Alá".


El Corán, sin traducción

El libro, admite Manji, comenzó a fraguarse de alguna manera entre los nueve y los 14 años, el periodo de tiempo que acudió con 'hiyab' (pañuelo) en la cabeza a la madrasa (escuela religiosa) de su ciudad, Richmond, y se convirtió en el pequeño azote preguntón del ortodoxo mulá del centro, el señor Caqui, al cuestionarle abiertamente todas y cada una de sus dudas: ¿por qué no se permite a las mujeres dirigir la oración? ¿por qué los no árabes, cerca del 80% de los musulmanes, están "estigmatizados" dentro del islam? ¿cómo puede el Corán denunciar la homosexualidad y declarar al mismo tiempo que Alá convierte en "excelente" todo lo que toca?...

Varios son los problemas urgentes, afirma Manji, que hay que acometer para introducir el islam y a sus seguidores de lleno en el siglo XXI. El primero de ellos es el propio texto sagrado entre los musulmanes, el Corán, de obligada lectura en árabe -aunque se viva en Malasia, Uganda o Nigeria- porque cualquier traducción es siempre corrupta, según defienden las interpretaciones más radicales.

En este caso, nuestra 'refusenik' aboga por cuestionar la "perfección sospechosa" del Libro y por abordarlo desde una lectura crítica, no irrespetuosa, ya que su ambigüedad permite a un tiempo defender y atacar, por ejemplo, la superioridad masculina, los derechos de la mujer, o la cooperación con las otras religiones (cristianos y judíos son reconocidos en el Corán). En definiva, se pueden encontrar justificaciones e interpretaciones interesadas para todos los extremos. El problema real es quién acomete esa interpretación.

El segundo obstáculo que se plantea Manji es el carácter intocable de la corriente dominante del islam y la propia docilidad de los fieles, que aceptan cual norma de Dios los dictados del desierto de Arabia, donde rige una de las ramas más duras, almidonadas y arcaizantes de esta religión, y en la que la mujer tiene el estatuto legal de un coche y más de la mitad de la población, la femenina, es considerada durante toda su existencia menor de edad.
Bin Laden y Mahoma

Amén de la colonización religiosa de Arabia Saudí en el mundo islámico, sus petrodólares que financian mezquitas y orientaciones extremas a lo largo y ancho del planeta -la ubicada junto a la M-30 de Madrid, por ejemplo-, y la condescendencia del amigo americano en beneficio de la estabilidad del precio del crudo son problemas derivados y que la autora canadiense destaca como aledaños.

Manji insiste en recordar que Osama Bin Laden, el jefe de la nebulosa de organizaciones terroristas islamistas integradas en Al Qaeda y promotor intelectual del 11-S, es de origen saudí y se cree una reencarnación de Mahoma.

Un tercer asunto, muy delicado y que seguramente causará sarpullidos en mentalidades limítrofes, es el conflicto de Tierra Santa, que enfrenta a palestinos e israelíes. Para la autora, este largo y sangriento enfrentamiento mantiene como "rehén" al pueblo musulmán de todo el mundo. Un pueblo, recuerda, que hace mucho que es mayoritariamente no árabe, pero que sigue viéndose obligado a digerir en pequeñas y constantes píldoras las directrices que llegan del 'islam del desierto'.

Y en estos vericuetos que caminan sobre el filo de una navaja, la autora se atreve a exigir una "autocrítica" a los palestinos y a censurar su "victimismo colectivo", su "sed de mártires" y la cerrazón mental de sus líderes. Al mismo tiempo que dedica grandes alabanzas a la sociedad israelí, muchas de ellas ciertas sobre el papel y en la realidad, pero discutibles pacíficamente para cualquier cabeza pensante occidental -o no- que haya pasado más de una semana en lo que Manji llama "la única democracia de Oriente Próximo" y el "único país de la zona que celebra el Día del Orgullo Gay".


Dar una oportunidad a las mujeres

La solución, según Manji, pasa por "abrir las puertas de par en par", sacudirse el yugo del 'islam del desierto' y de su teología tribal feudalista, en la que la igualdad equivale a la uniformidad; recuperar la 'ytihad' -que no la 'yihad' (obligación de extender el islam, palabra comunmente traducida como 'guerra santa')-, una tradición de la época dorada del islam (750-1250) que defendía el derecho al pensamiento independiente; y dar una oportunidad social y económica a la mitad de la población musulmana, la mayoritaria conformada por las mujeres, sin las que proseguirá la actual etapa de oscuridad. O como venía a decir en el siglo XII un célebre pensador de nuestras tierras -por cierto, también musulmán- llamado Ibn Rushd, pero que ha pasado a nuestra historia con su nombre latino, Averroes: "La capacidad de las mujeres no se conoce porque están relegadas al ámbito de la procreación, la crianza y el amamantamiento (...) Tratarlas como una carga para los hombres es una de las razones de la pobreza".

Recordemos que el poder de la época en Al Andalus, ya salpicado de teócratas irracionales, desterró a Averroes a Marrakech (hoy Marruecos) y nuestro compatriota cordobés, filósofo, médico y matemático murió en los albores del siglo XIII en circunstancias sospechosas.


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